“EL QUE ME HA VISTO A MÍ, HA VISTO AL PADRE”

“Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre. El que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 14,7.9).

Estas palabras de nuestro Señor nos llevan al conocimiento del Padre. Nuestro Salvador quiere darnos a conocer al Padre, y entendemos que Él realiza las obras de su Padre para que el Padre sea glorificado y nosotros lo conozcamos como Él es en verdad (Jn 10,37-38).

Así, el camino hacia el Padre ya está trazado para nosotros: ¡Es Jesús mismo! (Jn 14,6).

Cuando acogemos la Palabra de nuestro Señor y la movemos en el corazón como lo hizo María (Lc 2,19), nos encontramos con el Padre, cuyas palabras pronuncia el Hijo (Jn 12,49).

Cuando contemplamos la Pasión de nuestro Señor, nos encontramos con Aquél que lo envió.

Cuando recibimos los santos sacramentos, el pan de los ángeles, el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo, nos encontramos con el Padre, que nos envía el maná del cielo.

Cuando vemos a Jesús con los ojos de nuestro espíritu, vemos al Padre.

Cuando nuestro corazón se eleva a Jesús, lo elevamos al Padre.

Cuando nos recostamos espiritualmente sobre el pecho del Señor (cf. Jn 13,23), nos cobijamos en nuestro Padre.

Cuando profesamos nuestro amor al Señor, se lo declaramos al Padre.

Cuando permanecemos fieles a Jesús hasta la muerte, le somos fieles a nuestro Padre Celestial.

Cuando confesamos a Jesús ante los hombres, confesamos también a nuestro Padre; y Jesús mismo nos confesará delante de su Padre que está en los cielos (Mt 10,32).

Todo procede de nuestro Padre y desemboca en Él. ¡Y nuestro Señor es el camino que nos conduce a Él!