“EL PROVECHO DE UNA ADVERSIDAD”

 

«Una adversidad puede hacerte un bien mayor que mil alegrías» (San Buenaventura).

Podemos llegar a entender estas palabras si las consideramos desde la perspectiva sobrenatural. Una de las lecciones más difíciles de la vida espiritual es aprovechar las tribulaciones y cruces que nuestro Padre permite que nos sobrevengan para acercarnos más profundamente a Él. Un proverbio alemán dice con acierto: «La adversidad enseña a orar». Esta sola constatación ya puede ayudarnos a comprender que Dios ha permitido tal o cual dificultad para que nos volvamos a Él.

Pero la frase de San Buenaventura va aún más allá. Ciertamente, las «mil alegrías» de las que habla no se refieren a los goces ilícitos de las apetencias terrenales, puesto que estos nunca son verdaderas alegrías. Podemos suponer que se refiere a las alegrías lícitas. Pero una verdadera adversidad puede abrirnos existencialmente a Dios, pues entonces ya no buscamos nada más y nos damos cuenta de que nadie sino Él puede ayudarnos. Se trata de una conclusión muy profunda que no debería volver a desvanecerse nunca, aunque, por desgracia, lo olvidamos fácilmente cuando la vida sigue su curso.

Ahora bien, si una adversidad puede abrir nuestro corazón al Señor de tal manera, entonces puede hacernos un bien mayor en nuestro camino espiritual que mil alegrías que no tienen este efecto. Eso no significa que debamos pedir que nos sobrevengan dificultades o cruces, algo quizá reservado para algunas almas especialmente llamadas al sacrificio. Pero lo que sí debemos hacer es afrontar en el Señor las aflicciones que nos lleguen y no dejarnos engullir por ellas. Aferrémonos con fe a la certeza de que Dios quiere y puede sacar algo bueno de todo eso. Solo debemos confiarnos a Él sin reservas.