El Profeta Elías y el Espíritu Santo

 

1Re 19,9a.11-16

En aquellos días, cuando Elías llegó a Horeb, el monte de Dios, se introdujo en la cueva, y pasó en ella toda la noche. El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!» Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le decía: «¿Qué haces, aquí, Elías?» Respondió: «Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos, porque los israelitas han abandonado tu alianza, han derruido tus altares y asesinado a tus profetas; sólo quedo yo, y me buscan para matarme.» El Señor dijo: «Desanda tu camino hacia el desierto de Damasco y, cuando llegues, unge rey de Siria a Jazael, rey de Israel a Jehú, hijo de Nimsí, y profeta sucesor tuyo a Eliseo, hijo de Safat, de Abel Mejolá.»

El profeta Elías es una figura bíblica muy marcante, que sigue siendo importante hasta el día de hoy. Hasta hoy en día, los judíos creyentes esperan al Profeta Elías, y creen que retornará un sábado en Jerusalén y que precederá a la Venida del Mesías.

Nosotros, los cristianos, iluminados por la fe, sabemos que el Mesías ya vino. La misión del Profeta Elías, como aquel que había de prepararle el camino, fue cumplida por San Juan Bautista (cf. Mt 17,12), quien de hecho le precedió al Señor y anunció su Advenimiento (cf. Mt 3,3). Pero el Profeta Elías sigue presente en la conciencia del pueblo orientado en la Escritura, siendo así que también está presente en la Transfiguración del Señor, hablando con Él junto a Moisés (cf. Mt 17,3). Además, suele relacionarse al Profeta Elías con uno de los dos testigos que se describen en el capítulo 11 del Apocalipsis, lo cual señalaría que habría de venir en los Últimos Tiempos, antes del Retorno de Cristo, para dar testimonio públicamente.

Todo esto es motivo suficiente para reflexionar sobre este personaje, a quien la liturgia bizantina honra como el «Santísimo Elías», a quien están dedicadas muchas capillas e iglesias, y al cual los y las carmelitas consideran como su «padre espiritual» y modelo.

En la lectura de hoy, vemos cómo el Profeta Elías adquiere un conocimiento más profundo de Dios. Fue llamado por el Señor a salir de su cueva, para que le fuera encomendada su próxima misión. Entonces, Elías esperaba al Señor, y supo que no se le manifestaba en aquellas fuertes experiencias naturales y, por tanto, sensuales; sino en una «suave brisa».

Aquí tenemos un ejemplo bíblico de cómo el Espíritu Santo se manifiesta suavemente, y eso con el Profeta Elías, quien era realmente un luchador (“Me consume el celo por el Señor, Dios de los ejércitos”). Antes de encomendarle otras misiones, el Señor lo llama a vivir esta profunda experiencia de Su presencia.

Esto parece ser un patrón básico cuando estamos llamados a servir enteramente al Señor. Antes de actuar y ser enviados, es necesario escuchar a Dios. Por lo general, es una escucha muy fina, pues se trata de la voz del Espíritu Santo, quien evade el ruido y nos atrae al silencio, para allí hablarle a nuestro corazón y a nuestro espíritu.

De la meditación de hoy, quedémonos con tres puntos:

1) Un conocimiento más profundo de Dios normalmente se da en el silencio. Aun si nuestra vida exterior está marcada por muchas actividades y obligaciones, hemos de velar con celo sobre los tiempos en los cuales podemos estar a solas con Dios. Cuando uno ama a una persona con ese especial amor esponsal, se disfruta estando a solas con ella… Por parte de Dios esto es más fuerte aún, cuando el alma tiene una relación esponsal con Él. A Dios y al alma les gusta dialogar en el silencio y profundizar así su amor.

2) El Espíritu Santo, quien es el amor entre el Padre y el Hijo, por lo general viene a nosotros con mucha delicadeza; más aún, muy tiernamente… Apenas se percibe esta Su presencia en medio del ajetreo de este mundo; sin embargo, está ahí. Con el crecimiento en la vida espiritual, el Espíritu Santo refina y profundiza su forma de comunicársenos, y nos conduce a vivir cada vez más conforme a la Voluntad de Dios.

3) A un alma preparada en este encuentro e intercambio con Dios, Él puede darle sus indicaciones y encomendarle misiones. Nos hemos vuelto dispuestos a escuchar, y entonces la fuerza del Espíritu Santo nos hará capaces de cumplir con el encargo. Este encargo no siempre será la coronación de un rey y la unción de un profeta, como fue el caso para Elías; pero, eso sí, hemos de aprender a descubrir y cumplir la misión de cada día y de nuestra entera vida.

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