EL PEQUEÑO REBAÑO 

“No temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino” (Lc 12,32).

El pequeño rebaño… Son aquellos que permanecen fieles al Padre aun en medio de la tribulación. Aunque surjan persecuciones porque el mundo rechaza el Evangelio, aunque la confusión penetre incluso en la Iglesia, aunque se ciernan sobre la humanidad plagas apocalípticas y los poderes anticristianos pretendan dominar el mundo, nuestro Padre preservará a los suyos.

Contemplar la gloria de Dios en la eternidad y pregustar ya aquí en la tierra un anticipo de la misma es lo que nuestro Padre desea para todos los hombres. Pero sólo si nos convertimos sinceramente y vivimos conforme a la Voluntad de Dios podemos pertenecer ya en este mundo al “pequeño rebaño”, al que le ha sido prometido el Reino.

A este pequeño rebaño Jesús le exhorta a no temer. Una y otra vez se nos llama a no dejarnos afectar por la confusión, sino a levantar la mirada a nuestro Padre, para quien nuestra vida es tan valiosa (cf. Sal 115,15) que la guarda como a la “niña de sus ojos” (Sal 16,8).

Debemos confiar sin límites en nuestro Padre, que conoce a sus ovejas y llama a cada una por su nombre (cf. Jn 10,3). Aunque estén en el desierto, las conducirá a los oasis que tanto necesitan. Les ha prometido el Reino y nadie podrá arrebatarlas de su mano (Jn 10,29), porque Él las ama y no quiere que ninguna se pierda.

Puesto que el “pequeño rebaño” está seguro del amor de Dios y experimenta ya aquí en la tierra un anticipo de su Reino (cf. Lc 17,21), está llamado a salir en busca de aquellos que aún no conocen las verdes praderas de Dios, o las han abandonado, o siguen buscando su felicidad en pastos que nunca podrán saciarlos.