EL PALACIO DEL GRAN REY

“Si hubiera sabido antes lo que ahora sé, que el diminuto palacio de mi alma alberga a tan grande Rey, no lo habría dejado sólo en ella tan a menudo” (Santa Teresa de Ávila).

Santa Teresa llega a una conclusión esencial, que también nosotros deberíamos acatar sin demora. En efecto, esta realidad se aplica a cada alma que se encuentra en estado de gracia. La Santísima Trinidad pone su morada en ella y la convierte en su Templo. Si aceptamos la constante invitación del gran Rey, su inhabitación se convertirá en una constante fuente de vida en nuestro interior. En lo más profundo de nuestra alma escucharemos atentamente a nuestro Padre, dialogaremos con Él, cultivaremos el amor…

Nadie de fuera podrá arrebatarnos este santuario interior. Pase lo que pase: aunque los enemigos intenten destruir la santa fe con todos los medios posibles, aunque todos los templos visibles sean destruidos y profanados, aunque a los fieles les sea negado el acceso a la Casa de Dios; nadie podrá destruir el templo interior del gran Rey si permanecemos fieles a Él.

Pero, ¿cómo podemos aprender a pasar cada vez más tiempo en este templo interior? Esto no será posible si no dedicamos un tiempo específico a retirarnos a nuestro interior. Recordemos a nuestro Señor mismo, que a menudo se retiraba a un monte para estar a solas con su Padre (cf. p. ej. Jn 6,15). Pensemos en la “pequeña media hora” que nuestro Padre Celestial nos pide para estar con nosotros (http://es.elijamission.net/la-pequena-media-hora/). Los maestros de la vida espiritual insisten una y otra vez en que debemos retirarnos a nuestro interior para profundizar la vida espiritual y convertirnos así en personas más espirituales.

Aunque inicialmente sean sólo unos minutos que reservemos cada día para ello, el Señor nos enseñará cuán precioso se nos vuelve este tiempo y nuestra alma saltará de gozo.