EL PAJARILLO EN MI VENTANA

“Mirad las aves del cielo: no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mt 6,26).

Seguimos hoy con el tema de la amorosa Providencia de nuestro Padre Celestial. Él quiere que vivamos verdaderamente despreocupados. ¿No es fácil comprenderlo, si consideramos que somos sus hijos? ¿Acaso no es natural que Él, siendo nuestro bondadoso Padre, se haga cargo de proveernos con todo lo que necesitamos para nuestro bien temporal y eterno? Incluso nosotros, los hombres, cuidamos de aquellos que nos han sido confiados.

Por tanto, si no vivimos en la santa despreocupación que el Padre nos ofrece, el problema debe ser de nuestra parte.

Cuando escribo las meditaciones temprano por la mañana, puedo observar un pajarillo que viene cerca de mi ventana en busca de alimento. De hecho, lo encuentra. Lo escucho piar y veo su ajetreo, mientras cambia ágilmente de lugar y continúa su vuelo. ¡El pajarillo obtiene de Dios todo lo que necesita! No hace nada por su cuenta; simplemente está ahí y Dios, en su ternura, le provee el alimento. A mí siempre me alegra este pajarillo… Nuestro Padre lo creó, lo conoce y lo ama; y, por tanto, también se ocupa de él.

En realidad es así de sencillo, y debería resultarnos aún más fácil entender que nuestro Padre rodea con su amor al hombre, a quien incluso creó a su imagen y semejanza (Gen 1,27). Somos nosotros los que seguimos temerosamente preocupados por nuestro porvenir… El Señor nos invita a dejar de lado esta tensa preocupación, a comprender su amor y confiar en él.

En el Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio, en contexto con la “fuente” y el “Océano” de la caridad, el Padre nos dirige estas palabras, que son realmente una invitación que sólo puede brotar de su Corazón paternal:

“La fuente es el símbolo de mi conocimiento, y el Océano es símbolo de mi caridad y de vuestra confianza. Cuando queráis beber de esta fuente, procurad conocerme, y cuando me conozcáis, arrojaos al Océano de mi caridad, confiando en mí con una confianza que os transforma y a la cual no podré resistir. Entonces yo perdonaré vuestras faltas y os colmaré de las mayores gracias.”

Se trata de nuestra confianza, que el Padre quiere ganarse. A esta confianza Él no puede ni quiere resistir, porque le abre el acceso para colmarnos de su amor. De esta confianza brota la santa despreocupación… Esto es lo que me enseña el pajarillo en mi ventana. Si el Padre se hace cargo de él, ¡también pensará en mí!