“En mi amor, he proyectado grandes planes para vosotros” (Palabra interior).
Una vez que nuestro Padre haya sometido todo a su dominio de amor, hasta el más mínimo detalle, tiene en mente grandes planes para con nosotros, los hombres.
En efecto, no son sólo unas pocas personas las llamadas a encontrar el camino de la fe, sino todas. No sólo algunas deben enterarse de que su Creador y Redentor es el más bondadoso de todos los padres, sino todos los hombres han de saberlo y escucharlo. No sólo la Iglesia ha de conocerlo, sino que el llamado de un Padre lleno de amor debe resonar hasta los confines de la tierra y de todas las maneras posibles.
Dios llama a todos los hombres a su Reino. En su Hijo, así como en tantos santos, nos ha hecho ver claramente que para su amor no hay camino demasiado largo, ni esfuerzo demasiado grande, ni carga demasiada pesada, con tal de llamar a los hombres de regreso a Él.
“El Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su Nombre es santo” –exclama la Virgen bendita cuando se encuentra con Isabel (Lc 1,49).
Del mismo modo, Dios tiene grandes planes para cada uno de nosotros. Estamos llamados a ser luz del mundo (Mt 5,14), dando testimonio de Aquél que es verdaderamente grande en sí mismo. Estamos llamados a gozar para siempre su presencia, en comunión con los suyos.
San Agustín nos da a entender que, al someternos a Aquél que es grande en sí mismo, nosotros mismos nos volvemos grandes; mientras que, si creemos que podemos ser grandes por nosotros mismos, nos volvemos pequeños.
Si aceptamos con sencillez la invitación de nuestro Padre, Él podrá hacer realidad en nosotros las grandes cosas que ha proyectado en su amor. Y entonces nosotros nos volveremos grandes en su amor. ¡Qué maravillosa perspectiva!