EL PADRE SE DIRIGE A LA JUVENTUD

Servir a nuestro Padre Celestial significa tener parte en su amorosa preocupación por los hombres. Él no excluye a nadie de su amor. Sin embargo, el hombre mismo puede cerrarse a este amor. Precisamente esto es lo que el Padre quiere evitar, y para ello llama a sus “apóstoles” a dar auténtico testimonio de Él.

Su mirada de amor se posa hoy sobre la juventud, que fácilmente se deja engañar por falsos ideales:

“Quiero proteger a la juventud, como un tierno padre. ¡Hay tanto mal en el mundo! Esas pobres almas inexperimentadas se dejan seducir por las atracciones del vicio, que, poco a poco, los conduce a la ruina total.

“¡Oh, vosotros que estáis especialmente necesitados de alguien que os proteja en la vida, para que podáis evitar el mal, venid a Mí! ¡Yo soy vuestro Padre, que os ama más de lo que cualquier otra criatura podrá amaros jamás! ¡Refugiaos muy cerca de Mí! ¡Confiadme vuestros pensamientos y deseos! Yo os amaré tiernamente. Yo os daré las gracias para el presente y bendeciré vuestro porvenir. Estad seguros de que Yo no os olvidaré, quince, veinte, veinticinco o treinta años después de haberos creado. ¡Venid! Veo que estáis muy necesitados de un Padre tierno e infinitamente bueno, como lo soy Yo.”

¡Cuán ciertas son estas palabras de nuestro Padre! ¡A cuántas tentaciones están expuestos aquellos que necesitarían una mano suave pero a la vez firme que los guíe en la vida! ¡Cuántos malos modelos y mundos artificiales, irreales y llenos de maldad han surgido! ¡Cuán poca orientación reciben los jóvenes, en un mundo cada vez más hostil a la fe!

Ellos deben conocer al Padre Celestial, y nosotros, los fieles, debemos serles un puente. Aunque no haya ninguna garantía de que, al ofrecerles nuestra ayuda, efectivamente retornen a la casa del Padre, estamos llamados a salir en su busca –junto al Señor– y a orar siempre por ellos. ¡Todo deseo del Corazón del Padre es sagrado para nosotros!