EL PADRE NOS CONOCE

“Señor, tú me sondeas y me conoces” (Sal 139,1)

Nadie más que Dios conoce el corazón del hombre en su mayor profundidad. Nadie puede siquiera sondear a fondo su propio corazón, si no le es revelado en la luz del Espíritu de Dios.

¡Qué maravilloso refugio nos ofrece nuestro Padre Celestial, en medio de un mundo sumido en el caos! Dios conoce las intenciones de nuestro corazón. ¡Sólo Él podrá juzgarnos correctamente! En Él podemos contar con todo el amor y con toda la justicia.

Si tenemos la certeza de que nuestro Padre es un Padre lleno de amor, las palabras del salmista serán un consuelo para nosotros. Entonces podremos presentarle una y otra vez nuestro corazón –aun cuando descubrimos en él todo tipo de inclinaciones perversas–, pidiéndole que Él lo libere de todo aquello que le desagrada.

El amor de nuestro Padre nos da el consuelo de que podemos contar siempre con él y de sabernos envueltos por él. Pero, al mismo tiempo, sabemos que Él nos conoce hasta el fondo de nuestro ser. Precisamente esto nos hace libres para confiarnos a Él con todas nuestras sombras. ¡No necesitamos escondernos de Dios! No hay nada que Él no conozca, nada que no sepa aún mucho mejor que nosotros, y para todo ello nos ofrece el remedio.

“He disipado como niebla tus rebeldías, como un nublado tus pecados” (Is 44,22).

Estas palabras pueden convertirse en nuestra constante compañía, para consolarnos y fortalecernos.

Y si aún nos quedan dudas de si estamos en el camino correcto, invoquemos a nuestro Padre y digámosle con el salmista:

“Mira si mi camino se desvía, guíame por el camino eterno” (Sal 138,24).

¡Él nos responderá!