EL PADRE ES NUESTRO JUEZ 

“Sólo Yo soy el juez, pues sé y veo todo.” (Palabra interior).

Estas palabras nos ayudan a recordar que, en todas las situaciones de nuestra vida, al fin y al cabo, es a nuestro Padre a quien hemos de rendir cuentas.

Puede haber momentos en nuestra vida en que nuestras acciones e intenciones no sean comprendidas o incluso sean malinterpretadas por los demás. Entonces, puede fácilmente suceder que nos sintamos totalmente inseguros y perplejos, que no sepamos qué hacer ni a dónde dirigirnos.

Pero recordemos: es el Padre quien nos conoce hasta lo más profundo. ¡Sólo Él sabrá juzgarnos con justicia! Por eso, nunca debemos huir de Él; sino derramar ante Él nuestras quejas y angustias, sabiendo que siempre podemos acudir a Él.

Nuestro Padre no es un juez severo.

En el Mensaje a la Madre Eugenia, nos da a entender una y otra vez que siempre quiere juzgarnos con clemencia y misericordia, y esto sucede cuando acudimos a Él y le hablamos como Padre. No hace falta tenerle miedo ni ser distanciados por una falsa reverencia. Eso le entristecería.

¡No! Nuestra vida puede y debe ser transparente ante Él como un libro abierto, en el que el Padre, en su infinita sabiduría, pueda leer y ordenar todas las cosas. Esto nos lleva a la verdadera y definitiva libertad, porque ya no seremos dependientes del juicio de otras personas.

Lo importante es que seamos totalmente transparentes con nuestro Padre, que le abramos todo nuestro ser –lo consciente y lo inconsciente– y le pidamos que ilumine todo en nosotros con su luz.

Así, la palabra inicial nos dará una profunda paz y seguridad interior, porque toda nuestra existencia estará cimentada en su amor.