EL OÍDO DE DIOS EN NUESTRO CORAZÓN

“Dios tiene su oído puesto en tu corazón” (San Agustín).

¡Así es! Nuestro Padre Celestial nos conoce hasta lo más profundo, hasta los más sutiles movimientos de nuestro corazón, pues nada está escondido ante Él. Para alguien que aún no conoce realmente la bondad de nuestro Padre y no tiene una imagen correcta de Él, puede sonar un poco extraño, como si Dios quisiera controlar todos nuestros pensamientos y acciones. Pero no es así como Él actúa, sino aquellas fuerzas que quieren manipular y controlar a las personas.

Con nuestro Padre Celestial sucede todo lo contrario. Él vela amorosamente sobre nosotros, los hombres, y busca vivir en íntima unión con nosotros. Con tierna empatía, conoce lo profundo de nuestro corazón, allí donde realmente somos nosotros mismos, donde más nos asemejamos a la imagen de Dios, según la cual nos creó. A través de su cercanía, nuestro Padre quiere restaurar y fortalecer esta imagen, asegurándonos así su amor.

Ciertamente, siguen habiendo espacios oscuros en nuestro corazón, huellas del alejamiento de Dios, porque todo lo malo sale del corazón del hombre, como nos aclara Jesús (Mt 15, 19). Pero, aun en vista de estas sombras y sobre todo cuando somos conscientes de ellas, el oído de Dios puesto en nuestro corazón no representa una amenaza. Antes bien, podemos susurrarle a nuestro amoroso Padre con gran confianza, y también con vergüenza, la aflicción por la maldad de nuestro corazón y pedirle que nos dé un corazón nuevo. Nuestro Padre, que todo lo sabe, no tardará en cumplir este sincero deseo. Más aún, se alegrará de que seamos sinceros con Él y, precisamente en la consciencia de nuestras sombras, Él nos dará su luz, que las disipa.

¡Así es nuestro Padre! Y de esta manera, nuestro amado Padre tiene su oído puesto en nuestro corazón.