Cuando acogemos e interiorizamos el amor de nuestro Padre Celestial, cuando Dios mismo habita en nosotros y su Espíritu Santo nos transforma, entonces llegamos a conocer más y más el corazón de nuestro Padre. Muy pronto notaremos que le urge dar a conocer a todos los hombres su amor.
Pero, ¿con quién puede contar para ello? En el Mensaje del Padre nos dice:
“Si hay algo que deseo, particularmente en este tiempo, es el aumento del fervor en los justos. Esto traería consigo una gran facilidad para la conversión de los pecadores; una conversión sincera y perseverante…”
Entonces, la fecundidad de la evangelización depende también de nuestro fervor. ¿No es el Espíritu Santo mismo quien nos impulsa a cooperar en ella, para que este deseo del Padre pueda llegar a su cumplimiento?
“…[Deseo] el retorno de los hijos pródigos a la Casa del Padre, especialmente de los judíos y de todos los demás que son también Mis criaturas y Mis hijos: los cismáticos, herejes, masones, los pobres infieles e impíos, las diversas sectas y sociedades secretas… Oportuna o importunamente, todo el mundo ha de enterarse de que hay un Dios y un Creador. Este Dios, que hablará repetidamente a su ignorancia, es desconocido para ellos. Ni siquiera saben que Yo soy su Padre.”
Nadie está excluido del amor de Dios, que busca al hombre para que retorne a casa, para que sea arrebatado de la perdición y cambie su vida por medio de la conversión.
Sin embargo, se necesitan mensajeros, que anuncien valiente y, a la vez, delicadamente al Padre, tal como Él es en verdad.
¿A quién podrá enviar Dios? A ti y a mí, para que se hagan realidad estas palabras del Padre:
“Vosotros que me escucháis, creedme cuando leáis estas palabras: si todos los hombres que están lejos de nuestra Iglesia Católica escucharan hablar de este Padre que los ama, que es su Creador y su Dios; de este Padre, que desea darles la vida eterna, entonces una gran parte de ellos, e incluso de los más obstinados, vendrían a este Padre del cual les hablaríais.”