“EL EXQUISITO SABOR”  

«Sabéis muy bien que nuestro querido Señor no se fija tanto en la grandeza de nuestras obras, ni siquiera en su dificultad; sino en el amor con que las realizamos» (Santa Teresita del Niño Jesús).

Son palabras pronunciadas por la misma santa que afirmó que quería ser el amor en el corazón de la Iglesia, descubriendo así el sentido más profundo de su vocación. Santa Teresita había comprendido que todo procede del amor de Dios y que todo lo que hagamos debe estar impregnado de ese amor, que es, por así decirlo, el exquisito sabor de todas nuestras obras.

De este modo, la santa comprendió profundamente el Corazón de nuestro Padre, que todo lo hizo movido por el amor. Quien haya descubierto esta verdad, encontrará este amor en todas partes y en cada cosa, por pequeña que sea, porque todo lo que nuestro Padre ha creado es bueno.

Aunque el pecado pueda desfigurar esta belleza y el espanto de la oscuridad quiera destruirlo todo, la bondad originaria de la creación permanece, y con la ayuda de Dios, el ser humano sigue siendo capaz de hacer el bien, porque su naturaleza no ha quedado completamente destruida por el pecado.

Santa Teresita lo sabe y por eso se enfoca en lo esencial. Es el amor el que confiere valor a todas nuestras acciones, por insignificantes que parezcan. Así, este camino hacia la santidad está al alcance de todos. El hombre no precisa saberlo todo para amar, no tiene que ser capaz de todo para amar, no tiene que tenerlo todo para amar. No, simplemente tiene que elevar su mirada al Padre y realizar todas sus actividades de buena gana y por amor a Él. Solo tiene que mirar al prójimo con los ojos del Señor para servirle movido por la caridad. Una sonrisa, una palabra de consuelo, un pequeño detalle… ¡Hay tantas posibilidades de crecer en el amor!

Si Lucifer se cerró al amor y se centró solo en sí mismo, entonces podemos concluir, a la inversa, que poner en práctica el amor de nuestro Padre será el remedio para este mundo tan perdido y, a menudo, frío. El amor de Dios nos redime y, si todo lo que hacemos, aunque sea en secreto, está movido por este amor, aportaremos luz a este mundo. Esto es lo que nuestro Padre quiere ver: que su amor se refleje en nosotros. Eso es más importante que las mayores hazañas que podamos realizar en las circunstancias más difíciles, si estas no están impregnadas del exquisito sabor del amor.