«Quisiera que surja una gran confianza entre el hombre y su Padre del cielo, un verdadero espíritu de familiaridad y delicadeza al mismo tiempo, para que mi gran bondad no sea abusada» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Tras haber culminado la novena a Dios Padre, y puesto que hoy celebramos la fiesta en su honor, quiero traer a nuestra memoria este deseo especial que nos transmitió en el Mensaje a Sor Eugenia Ravasio. En cierto modo, es la base sobre la que se cimienta nuestra relación con el Padre Celestial, fundada en el amor y la verdad.
Se trata de la confianza, una confianza que puede y debe crecer cada día, ya que a través de ella el amor de nuestro Padre puede derramarse en nuestros corazones y, por nuestra parte, nos volvemos cada vez más receptivos a él. Al mismo tiempo, nuestra capacidad de amar se vuelve cada vez más grande y nuestra respuesta a Dios Padre, más natural y generosa.
En la frase de hoy, nuestro Padre habla de la delicadeza de este amor que, gracias a la obra del Espíritu Santo, se vuelve cada vez más sensible. Bajo el influjo del amor de Dios, derramado en nuestros corazones (Rom 5,5), cualquier pensamiento equivocado, cualquier sentimiento inapropiado y cualquier endurecimiento en nuestro interior debe disolverse. La gran familiaridad que podemos tener con nuestro Padre no debe llevarnos a sentirnos demasiado seguros y, en consecuencia, a descuidar la delicadeza en el trato con Él.
Es una maravillosa invitación de nuestro Padre Celestial que se extiende a todos los hombres sin excepción. Todos están llamados a vivir como hijos suyos y a recorrer el camino hacia la eternidad con una firme confianza en su amor. Nuestra renovada respuesta a esta invitación sería un gran regalo para nuestro Padre en este día de su fiesta.