«No tenemos que hacer nada más que esforzarnos sinceramente por cumplir la voluntad de Dios y agradarle en todo» (San Francisco de Asís).
Así de sencillo es lo que nos recomienda san Francisco de Asís, tal y como él mismo lo vivió. Este consejo se corresponde con la exhortación de Nuestro Señor: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os añadirán” (Mt 6,33).
De cara a nuestro Padre hemos de examinar sin miedo nuestra sinceridad, cuestionándonos si realmente buscamos su Voluntad. Eso es necesario, porque toda evasión nos lleva a una zona de penumbra. Puede haber situaciones en las que quizá no queramos saber exactamente qué es lo que Dios quiere, pues tememos que pueda ser distinto a lo que nosotros desearíamos. Entonces, la sinceridad nos exige que se lo expresemos abiertamente a nuestro Padre Celestial, que entremos en diálogo con Él sobre eso. Dios sabrá cómo lidiar con nuestros obstáculos y nos ayudará a salir de la penumbra.
No hay nada más glorioso que hacer la voluntad de Dios. Para ello hemos sido creados, y cuanto más lo hagamos, más despertaremos a nuestra verdadera identidad y al amor hacia los demás. Para los ángeles es pura alegría cumplir la voluntad de Dios, pues le aman, son amados por Él y están agradecidos por ser partícipes de su gloria.
Si se despliega en nosotros el don de piedad, que nos ha sido infundido en nuestro bautismo como uno de los siete dones del Espíritu Santo, también nosotros buscaremos cada vez más fervorosamente la manera de agradar al Señor. Y se nos vuelve tanto más fácil cuanto más amemos a Dios.
Así pues, las sencillas palabras de San Francisco de Asís nos muestran un camino seguro. El Espíritu Santo compartirá todos nuestros esfuerzos para avanzar hacia esta meta.