«La santidad consiste simplemente en hacer la voluntad de Dios y en ser exactamente lo que Él quiere de nosotros» (Santa Teresita del Niño Jesús).
Con su típica sencillez, Santa Teresita nuevamente da en el clavo. No se necesitan grandes conocimientos teológicos ni hay que leer incontables libros para recorrer el camino de la santidad. Más bien, se trata de buscar y cumplir cada día la voluntad de Dios y dejarse guiar por el Espíritu Santo. Conocemos bien la exclamación de Jesús: «Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11, 25).
Estas palabras nos muestran que la fe cristiana puede ser practicada por todas las personas, independientemente de su capacidad intelectual. Puede haber quienes hayan recibido del Señor la tarea de instruir a otros y, por tanto, necesiten más conocimientos teológicos y espirituales, pero el mensaje fundamental sobre cómo alcanzar la santidad sigue siendo accesible para todos.
¡Así lo dispuso nuestro Padre! En este camino, nuestro ser se va moldeando, pues el cumplimiento de la voluntad de Dios deja huellas profundas en nuestra alma. Día a día, la gracia de Dios se hace eficaz, sanando y liberando nuestra alma, que sufre tanto por haberse alejado de nuestro Padre y por la falta de hogar que esto conlleva. En la voluntad de Dios, en cambio, el alma vuelve a hallar su hogar, incluso durante la vida terrenal. En la eternidad lo viviremos sin restricciones: allí, la voluntad de Dios es la inconmensurable dicha para todos los ángeles y santos, y en cada uno se ha hecho plena realidad lo que Dios, en su amor, proyectó que fuera.
Pero esta realidad comienza ya aquí, en nuestra vida terrenal, como nos hace entender Santa Teresita. El siguiente consejo suyo puede ayudarnos en nuestro camino hacia la santidad: «Jesús no nos pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud».