EL CAMINO SEGURO 

“Quien permanece en la doctrina, ése posee al Padre y al Hijo” (2Jn 1,9).

La verdadera comunión con el Padre y el Hijo tiene lugar cuando permanecemos en la recta doctrina, nos dice el Apóstol San Juan.

Nuestro Padre no puede penetrar en el corazón de una persona ni morar en él cuando ella no permanece en la doctrina que recibió de los apóstoles. El amor de Dios siempre va de la mano con la verdad que Él nos transmite a través de la Sagrada Escritura y la auténtica doctrina de la Iglesia, la cual nos recuerda por medio del Espíritu Santo.

Así como no puede darse la unificación con Dios cuando vivimos en pecado –y, por tanto, debemos primero acudir a la confesión para poner en orden nuestra vida ante Dios antes de recibir la Santa Comunión–, así sucede también con el error, con las falsas doctrinas. Es necesario que primero nos deshagamos de ellas para que la verdad, que es Dios mismo, pueda poner su morada en nosotros.

“Dios es luz y no hay en Él tinieblas de ninguna clase” (1Jn 1,5). Aunque nuestro Padre envía su luz a este mundo y quiere atravesar con ella todas las tinieblas, nunca puede ésta mezclarse con la oscuridad. Así como Jesús, nuestro Redentor e Hijo del Eterno Padre, fue sin pecado para redimir a los pecadores; así como la Santísima Virgen María fue preservada de la mancha del pecado original para concebir en sus entrañas al Hijo, así la pura doctrina de Dios no puede mezclarse con el error.

Por tanto, podemos estar seguros y gozar de la presencia de nuestro Padre si permanecemos en la recta doctrina. Los que se desvían de ella la pierden cada vez más y se convierten en víctimas del engaño. En lugar de la presencia sanadora de Dios, entran en el alma otras fuerzas, que la confunden y la debilitan.

Nuestro Padre nos ha dejado un camino seguro para llegar a Él, siempre y cuando no nos dejemos engañar y no nos desviemos de la doctrina.