Is 58,9b-14
Así habla el Señor: “Si no apartas de ti todo yugo; si no delatas y no acusas en falso, si partes tu pan con el hambriento, si sacias el hambre del indigente, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como el mediodía. Te guiará Yahvé de continuo, saciará tu hambre en las sequedades, dará vigor a tu cuerpo y serás como huerto regado, como manantial de aguas cuyo cauce nunca falla.
Reconstruirás tus antiguas ruinas, cimientos hace tiempo abandonados; te llamarán reparador de brechas, repoblador de lugares arrasados. Si dejas de comerciar en sábado, de hacer tu negocio en el día santo; si consideras el sábado tu delicia y lo honras como consagrado a Yahvé; si lo respetas sin pensar en tus asuntos, no buscando el interés de tus negocios, entonces te deleitarás en Yahvé; te elevaré por las alturas de la tierra y te alimentaré con la heredad de tu padre Jacob. Ha hablado la boca de Yahvé.”
¡En realidad es así de sencillo! Si el pueblo escucha la voz del Señor y sigue sus instrucciones, la plenitud del amor de Dios podrá manifestarse en la vida de los hombres. Entonces, el plan que Él tiene para cada persona en particular y para los pueblos, se convierte en una realidad palpable y llena de bendición. ¡Es tan sencillo y coherente! Si tan solo no estuviera ahí el gran YO, que tiene otras ideas y deseos, y se olvida tan fácilmente de las directrices de Dios.
Por el lado de Dios, las cosas siguen siendo sencillas; a pesar de que por parte del hombre surjan tantas complicaciones y enredos; tantas resistencias y deslices; tantos pecados y errores…
Pero Dios permanece fiel a Sí mismo, y continúa abriéndonos el camino sencillo, aun a precio de la Pasión y Muerte de su Amadísimo Hijo: es el camino descomplicado de la infancia espiritual, de la amistad con Dios; más aún, de la relación esponsal con Él.
Dios integra en su plan todos los rodeos y los deslices en el camino de los hombres. Pero a veces los hombres malinterpretan la bondad de Dios, su longanimidad y su dulzura, y piensan que pueden seguir en su vida desordenada, acudiendo al argumento de la misericordia divina. Pero hay algo que no están entendiendo. ¡Dios jamás puede aprobar el desorden! ¡Él ama al pecador, pero no al pecado! ¡Él ama a su pueblo Israel, pero no los caminos por los que frecuentemente opta!
Por eso, en la lectura de hoy el Señor nombra las condiciones para que una buena vida pueda desarrollarse en abundancia de gracia; para que la luz de Su pueblo pueda alumbrar y la oscuridad se desvanezca. ¡En realidad, la receta es muy sencilla!
Emprendamos en esta Cuaresma el camino tan sencillo de Dios, y despojémonos de toda complicación. Sabemos qué tenemos que hacer para que nuestra vida cristiana sea fructífera; sabemos que el amor de nuestro Padre está siempre junto a nosotros, conquistándonos para que estemos más unidos a Él. Tal vez tenemos por lo menos una idea sobre los siguientes pasos que tenemos que dar. ¿Por qué no simplemente darlos? ¡Dejemos atrás lo que nos detiene; pidámosle al Señor que desate todos nuestros apegos, que nos impiden avanzar y hacer que nuestra vida sea más fecunda!
La venerable Anna de Guigné, un alma pequeña y sencilla ante el Señor, dijo una frase maravillosa: “Nada es difícil cuando se ama a Dios.”