EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 20: “La apostasía y el Anticristo”

La predicación del Evangelio, teniendo particularmente presente la conversión (o iluminación) de los judíos, es una contribución fundamental para preparar con amor la Segunda Venida del Señor. Esto exige poner todo de nuestra parte, pues una evangelización fecunda implica vivir coherentemente con el mensaje que anunciamos. ¿A quién le gustaría encontrarse un día ante el Señor y que Él le dijera que, si bien transmitió palabras acertadas, estas carecían de fuerza interior debido a la gran discrepancia entre la palabra y el testimonio de vida?

En las primeras meditaciones de esta semana, hablamos de que nuestras lámparas deberían estar encendidas como las de las vírgenes prudentes (cf. Mt 25,1-13), lo cual se consigue mediante las buenas obras y poniendo nuestros talentos al servicio del Reino de Dios (cf. Mt 25,14-30).

En la meditación del domingo pasado, mencioné las serias señales que anuncian la proximidad del Retorno del Señor. Una de ellas es la decadencia de la fe, la gran apostasía.

Este concepto no solo se refiere a ciertos errores, sino al alejamiento de la fe y de las verdades que esta conlleva. En particular en aquellos países que hace mucho tiempo recibieron el anuncio del Evangelio, se percibe un gran abandono de la fe. La apostasía se está difundiendo incluso dentro de la Iglesia, y esto es particularmente trágico, porque ¿quién orientará a las personas en el mundo si no lo hacen los pastores designados por Dios y los discípulos del Señor a través de un anuncio lleno de autoridad?

Si se produce una decadencia de la fe a gran escala, como sucede en la actualidad, se está allanando el camino para el Anticristo. El Anticristo, un instrumento de Satanás, establecerá su dominio en el mundo por un tiempo antes de la Segunda Venida de Jesús y engañará a las personas respecto a sus verdaderas intenciones.

Si nuestro corazón no está anclado en Dios ni permanece firme en la verdadera fe, caeremos fácilmente en el engaño. Entonces, no sabremos distinguir la voz del verdadero Pastor de la de los lobos (cf. Jn 10,27), porque, como cuenta un famoso cuento alemán, el lobo ha comido tiza para cambiar su voz.

Vigilancia ante las posibles pretensiones anticristianas

Aunque nadie conoce la hora precisa del Retorno del Señor (cf. Mt 24, 36), sí podemos identificar señales que nos exhortan a estar sumamente vigilantes. Evidentemente, la apostasía es una de ellas.

Debemos ser conscientes del ambiente cada vez más anticristiano en el que vivimos y no cerrar nuestros ojos. Este clima prepara el terreno para el advenimiento del Anticristo, que intentará pervertir el Reinado de Cristo. Considerando las pretensiones actuales de crear una especie de gobierno mundial, debemos observar atentamente si estos intentos pudieran servir para allanarle el camino a un sistema de gobierno del que, en un momento dado, el Anticristo pudiera aprovecharse para ejercer su dominio.

En lo que respecta a las medidas adoptadas frente al coronavirus, hemos tenido que experimentar cómo, bajo la premisa de proteger a la población de la propagación de una pandemia, se llegó hasta el punto de restringir libertades elementales. Esto sucedió de forma unánime en casi todo el mundo, como si la Organización Mundial de la Salud y otras instituciones hubiesen obtenido ahora la autoridad para establecer en gran medida lo que se debe hacer y los gobiernos les siguieran casi al unísono.

El tema del coronavirus y la reacción ante él es un tema sobre el que no debemos dejar de reflexionar, porque no podemos aceptar sin más todo lo que decretan los gobiernos y las instituciones, que en parte promueven al mismo tiempo una política anticristiana. Como católicos, ¡no podemos mostrar aquí una sumisión servil! Esto también concierne a las autoridades de la Iglesia, que durante la crisis actuaron como «brazos ejecutores» de la política, en lugar de evaluar la situación a la luz de Dios y ofrecer una orientación clara a los fieles para ayudarles a discernir. Una cooperación con el Estado y con instituciones globales solo será correcta si no se cae en una especie de complicidad al apoyar cosas que no corresponden a la fe. Ni siquiera se debe dar la impresión de tal cooperación para no confundir a los fieles ni dar un apoyo moral indirecto a los gobiernos en lo que respecta a medidas que, al menos, son cuestionables y, en el peor de los casos, peligrosas.

En el caso de la crisis del coronavirus, fue un engaño a la población en el que la jerarquía eclesiástica no solo participó, sino que cooperó activamente, proporcionando una especie de justificación moral. Desde los niveles más altos se ejerció influencia sobre los fieles al presentar la vacunación como un acto de caridad. ¡Un engaño muy grave!

Ante todo peligro, volvamos nuestros ojos al Señor.

Aunque debemos ser conscientes de los peligros, no tenemos por qué asustarnos. Por otra parte, tampoco debemos relativizarlos ni pasarlos por alto. Quizá el Anticristo se presente incluso como un gran «humanista» y haga cosas que aparentemente sean para el beneficio de todos. ¡Pero la realidad que se esconde detrás es muy distinta! No hará estas cosas para glorificar a Dios ni para servir a los hombres, sino para atarlos.

Quedémonos con lo siguiente: La venida del Señor es motivo de gran gozo y esperanza. La Iglesia está llamada a salir a su encuentro como una Esposa llena de amor. ¡Que el clamor «Ven, Señor Jesús, Maranathá» nos despierte a todos para no perdernos su Retorno y para que, cuando vuelva, nos encuentre velando y sirviendo en su Reino! ¡Qué alegría y consuelo sería para Él!

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Meditación sobre la antífona O del 19 de diciembre: https://es.elijamission.net/o-radix-iesse-2/

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