EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 2: “Dios nos ama desde toda la eternidad”

El primer paso en nuestro camino de Adviento consiste en asimilar profundamente el concepto de la bondadosa Providencia de Dios, ya que éste nos permite comprender que fue el amor de Dios el que nos llamó a la existencia y nos bendice constantemente con su presencia. No somos un producto casual ni un capricho de la naturaleza, que va y viene hasta disolverse en la nada. ¡No! Dios nos ha creado para que vivamos en comunión con Él y para hacernos partícipes de su plenitud (cf. Ef 1,4-6). El Señor nos dice:

“Te llamé por tu nombre, y eres mío” (Is 43,1).

Estas palabras, que Dios dirige a su Pueblo por medio del profeta Isaías, se aplican a cada persona desde toda la eternidad. Cada ser humano que Dios llama a la vida es deseado y amado por Él desde siempre. Cada uno está llamado a despertar a esta realidad y descubrir: «Sí, fue el Señor quien me creó y me llamó por mi nombre. ¡Él es mi Padre!».

En el Libro de Jeremías, el Señor nos dice:

“Antes de haberte formado en el vientre, yo te conocía; antes que nacieses, te había consagrado (…)” (Jer 1,5).

En su Providencia, Dios nos veía desde antaño con miras a la Redención que nos concedería en su Hijo Jesucristo. ¡No venimos a este mundo como huérfanos; jamás somos abandonados por Dios, aun si las circunstancias en las que vivimos son desdichadas! Antes bien, el Señor nos asegura:

“¿Acaso olvida una mujer a su niño, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara, yo jamás te olvidaría” (Is 49,15).

Dios quiere que vivamos en la certeza de su amor, quiere ser el ancla firme a la que nos aferremos en este mundo pasajero, quiere que estemos seguros del amor que nos tiene desde toda la eternidad y que cobremos consciencia, día a día y en cada instante de nuestra existencia, de que Él fue, es y será para siempre:

“Antes que naciesen los montes
o fuera engendrado el orbe de la tierra,
desde siempre y por siempre tú eres Dios.”
(Sal 90,2)

Dios, nuestro Padre, que nos invita a confiarle todo nuestro ser y a arrojarnos por completo en sus brazos, nos permite así entrar en el «reino de la ilimitada confianza en Dios». En una ocasión, el Señor le dijo a santa Gertrudis de Helfta:

«Una confianza firme flecha mi Corazón. Esta confianza hace tal violencia a mi amor, que jamás podré sustraerme a ella».

Este camino de Adviento ha de llevarnos a vivir como «hombres expectantes», como personas que lo esperan todo del amor de Dios, como hijos suyos que perciben su sabiduría en el «aquí» y en el «ahora» y se saben sostenidos por su amor cada día.

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Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/requisitos-para-la-verdadera-paz-2/

Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/creer-como-el-centurion-romano/

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