Am 8,4-6.9-12
Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?» Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.
Aquel día –oráculo del Señor– haré ponerse el sol a mediodía, y en pleno día oscureceré la tierra. Cambiaré vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegía; vestirá de saco toda cintura, quedará calva toda cabeza. Y habrá un llanto como por el hijo único, y será el final como día amargo. Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que enviaré hambre a la tierra: no hambre de pan ni sed de agua, sino de escuchar la palabra del Señor. Irán vacilantes de oriente a occidente, de norte a sur; vagarán buscando la palabra del Señor, y no la encontrarán.
Con palabras claras, Dios confronta a su Pueblo con sus transgresiones, sean las que fueren. Su intención es que los hombres se aparten de los caminos de la perdición, para que puedan abrirse a todas las bendiciones y beneficios que su Padre Celestial quiere derramar sobre ellos. ¿Qué pasaría si las personas se alejaran de sus caminos errados, y la gracia y la luz de Dios pudieran brillar sobre ellas?
La respuesta a esta pregunta a nivel individual podemos obtenerla cuando vemos a una persona que acoge la gracia de la conversión. Se aleja entonces del mal, encuentra el sentido de su vida, empieza a tener hambre del verdadero alimento, de la Palabra de Dios y de todo lo que se relaciona con Él. Se distancia de sus inclinaciones desordenadas y busca hacer el bien. Se vuelve hacia la luz y las sombras ceden. ¡Comienza un verdadero camino!
Ahora bien, lo que sucede con una persona en particular también puede ocurrir con un pueblo o una nación entera.
En estos días, estamos de fiesta con los Estados Unidos. Todas las personas que luchan por la vida, especialmente la de los niños no nacidos, están llenos de alegría por la decisión de la Corte Suprema, que derogó una ley profundamente injusta y mala, que había convertido al aborto en un derecho constitucional en todo el país. Ahora cada estado puede por sí mismo regular o prohibir el aborto. Las primeras reacciones de algunos estados muestran que quieren dejar de promover este crimen y proteger legalmente la vida de los niños no nacidos.
Detengámonos un momento aquí, para tomar consciencia de lo que significa este cambio. ¡Es un momento histórico! ¿Será que muchos estados desecharán la cultura de la muerte y escogerán el camino de la vida? En otras palabras: ¿Es que algunos líderes políticos están retornando en este punto a los mandamientos de Dios? ¿Están evitando que sobrevengan mayores perjuicios sobre sus ciudadanos? ¿Está descendiendo un rayo de la luz de Dios sobre el país y sobre los corazones de muchas personas? ¿Se dará y se difundirá una verdadera conversión? ¿Tendrá lugar una “separación de los espíritus”?
¡Es posible que sea así! Esta decisión fue tomada por la Corte Suprema el pasado 24 de junio, el día en que la Iglesia celebró en este año la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, y que normalmente es la Fiesta de San Juan Bautista. ¡Un signo de que el amor triunfará sobre todo! ¿Un signo de esperanza? Sí, pero esta “hora de gracia” debe ser acogida y llevada adelante.
Conforme al Calendario Litúrgico Tradicional, celebramos hoy la Solemnidad de la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. ¡A Él le encomendamos la intención de que en el mundo cese el derramamiento de la sangre de niños inocentes, y que se acoja su muerte expiatoria para poder recibir el perdón incluso de los pecados más graves! Uno de ellos es el asesinato de los niños inocentes, para el cual todos los involucrados –sea directa o indirectamente– necesitan el perdón de Dios.
¡Que el Señor conceda la gracia de una sincera conversión, para que la luz vuelva a brillar en el mundo y cedan las tinieblas!