“Porque os amo, vengo a dejarme amar por vosotros, para que todos os salvéis” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Una y otra vez se nos invita a asimilar profundamente este mensaje, la declaración de amor de nuestro Padre Celestial a los hombres, y a corresponderle con todo el corazón. En efecto, este mensaje está en el centro de nuestra existencia, porque el amor de Dios, que encontramos aquí en toda su pureza divina, es la razón por la que vivimos.
Es el grande e incomparable mensaje de nuestro Padre: que Él es un Dios amoroso y, como nos da a entender claramente en el pasaje de hoy, desea que esta relación de amor se despliegue a través de nuestra respuesta a él.
Sabemos por qué nuestro Padre quiere una respuesta de nuestra parte, y que no basta simplemente con conocer su amor. En efecto, sólo nuestra respuesta, la apertura de todo nuestro ser a Dios, permite que el Padre Celestial nos conceda todo lo que nos tiene preparado. Él no sólo quiere darnos algo, sino hacernos partícipes de toda su plenitud y de todo lo que su amor ha dispuesto para nosotros. De este modo, nuestra respuesta de amor se convierte también en un regalo para el Padre, porque es para Él una gran alegría mostrar a sus hijos su amor.
También es importante que no perdamos de vista el hecho de que la relación de amor natural y confiada con nuestro Padre fue ensombrecida por el pecado. Por tanto, la relación de amor que ahora nos ofrece, renovada por su gracia; el libre acceso a Él por medio de su Hijo, es una expresión de su amor salvífico, que nos conduce del abismo de las tinieblas al reino de su luz (cf. Col 1,13).
Con cada respuesta de amor que damos a nuestro Padre divino, podemos asimilar más profundamente su amor redentor, de modo que, en este santo amor, llegamos a ser cada vez más aquello que el Padre nos ha llamado a ser.