«Cultiva una íntima relación con el Espíritu Santo para que se desvanezcan todas las sombras de tu vida y Él pueda guiarte sin obstáculo alguno» (Palabra interior).
¿Cuál es nuestra contribución a la verdadera paz, siendo así que no disponemos de medios externos para conseguirla? La verdadera paz solo llegará cuando vivamos en armonía con Dios, porque la raíz de la discordia proviene del alejamiento de Dios, es decir, del pecado.
En el Mensaje a Sor Eugenia Ravasio, Dios Padre nos hace entender que la paz llegará cuando los hombres lo reconozcan, lo honren y lo amen. Aquí es donde cobra actualidad la frase de hoy, que nos muestra cómo convertirnos en un instrumento del Espíritu Santo. Nuestro Padre, que nos envió al Espíritu Santo junto con el Hijo, ¿qué podría desear tanto como encontrar en nosotros instrumentos dóciles a Él?
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones para que seamos personas que aman de verdad. El amor no tolera sombras. No las soporta y, por tanto, hará todo lo posible para disiparlas y vencerlas en nuestro interior.
Basta con pensar en nuestro Padre: en Él no hay sombra alguna. Y Él nos hace partícipes de su vida divina para impregnar con ella la nuestra. El amor quiere desterrar de nosotros todo aquello que es oscuro y distante de Dios. Se trata de un proceso que requiere nuestra cooperación para que el Espíritu Santo encuentre cada vez menos obstáculos para obrar en nosotros y ponernos al servicio del amor.
Este será, pues, nuestro verdadero aporte para conseguir la paz que viene de Dios. Nos convertimos en colaboradores del Espíritu Santo, que quiere renovar la faz de la tierra. De este modo, trabajamos por arrancar la raíz de la discordia, para que pueda extenderse la paz de Dios. No olvidemos elevar nuestras oraciones a Dios, especialmente por aquellos que aún están atrapados en las sombras y fomentan la civilización de la muerte.