EL AMOR DE LOS NIÑOS POR EL PADRE

“¡Cuán grande sería mi alegría al ver a los padres enseñando a sus hijos a llamarme frecuentemente con el nombre de “Padre”, lo que realmente soy!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Aquí nuestro Padre se dirige a los padres de familia, pidiéndoles lo más valioso que ellos pueden darle a Él y a sus hijos: enseñarles a invocar al Dios santo con el nombre de “Padre” y a encontrar su hogar en la “gran familia de Dios”, en la comunión con el Padre Celestial y con todos los santos y ángeles, a la que todos los hombres están llamados. ¡Qué horizonte se abre aquí para los niños! ¡Qué cobijamiento experimentan! Así, se les da un fundamento para sus vidas, capaz de sostenerlos y mantenerlos firmes cuando lleguen las crisis.

Para nuestro Padre es una gran alegría ver que, ya a una edad muy temprana, se coloquen las bases para que el niño pueda conocerlo y dirigirse confiadamente a Él. ¡Qué encantador debe ser para el Padre cuando los niños –apenas siendo capaces de balbucear– lo llaman con el hermoso nombre de “Padre”, le abren su corazón y lo cautivan con esa irresistible ternura propia de los niños!

Quizá a veces nos resulta difícil imaginar que Dios pueda amarnos tanto a los hombres y complacerse en nosotros. Pero si miramos a los niños –que tanto pueden deleitarnos cuando vienen a nuestro encuentro con esa apertura e inocencia que los caracteriza– podemos hacernos una idea del amor que llena el Corazón del Padre Celestial al contemplar a sus creaturas. ¡Cuánto anhela colmar con su presencia a estos hijos suyos tan queridos!

Si los padres se esfuerzan por cumplir este deseo del Padre Celestial, también ellos recibirán su recompensa. Verán cómo su hijo se encuentra con un amor aún más profundo que el que ellos mismos pueden brindarle. Con gratitud, constatarán cada vez más cómo todo procede de Dios.

Y lo más hermoso es que estarán correspondiendo a un gran deseo del Padre Celestial y cumpliendo así su misión de padres.