EL AMOR DE JESÚS A SU PADRE 

“El mundo debe conocer que amo al Padre” (Jn 14,31).

Bastaría esta sola frase para encontrarnos verdaderamente con el Corazón de nuestro Redentor. Esta afirmación nos permite conocerlo en una gran profundidad, porque éste es el anhelo más íntimo de nuestro Señor: “El mundo debe conocer que amo al Padre.”

¡De cuántas maneras intenta hacérnoslo entender!

En efecto, toda su existencia nos habla del Padre, que lo envió al mundo para revelar a los hombres su amor y rescatarlos de su extravío.

¿Y nuestro Padre? ¿Cómo mira Él a su Hijo? En el Monte Tabor, les habló a los tres discípulos que Jesús había llevado consigo: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle” (Mt 17,5).

Si, a través de nuestra oración y meditación diaria, intentamos acoger cada vez más profundamente el amor de nuestro Padre, conocerlo, honrarlo y amarlo, entonces estamos haciendo exactamente lo que Jesús quiere. No habrá nada que Él más anhele.

Cuando amamos a Jesús, querremos amar todo lo que Él ama y estar enteramente unidos a Él. ¿Y qué sucede entonces?

Su amor redentor nos abrazará y nos conducirá a su Padre. Nos hablará de su “gran amor” y no se cansará de dar testimonio de Él, abriéndonos los ojos hasta que nosotros mismos podamos ver. Entonces, veremos en Jesús y con Jesús la gloria del Padre, y el Espíritu Santo se encargará de encender en nosotros el fuego inextinguible del amor hasta que nosotros mismos tengamos el gran deseo y trabajemos para que “el mundo conozca que amamos al Padre.”

Daremos testimonio de que Él nos amó primero y de que aquí radica la verdadera felicidad.

Entonces, Jesús nos mirará con amor y nos dirá: “¿Ya lo ves? Ahora me has conocido.”