EL AMOR DE DIOS SALVA

“Mi amor y todo lo que este amor ha ideado puede salvarlos” (Palabra interior).

Desgraciadamente, no pocas personas se han descarriado gravemente. Si no se convierten, sus vidas se oscurecerán progresivamente e incluso pueden condenarse para siempre.

Sería un engaño omitir esta verdad de nuestra fe católica, como si estuviéramos en posición de corregir a Dios y como si sus palabras, que advierten que el ser humano puede fallar en su meta en el tiempo y en la eternidad, no debieran tomarse tan en serio. Algunos incluso se atreven a decir que el infierno no existe o que, en caso de existir, está vacío.

Tales concepciones ¿son realmente la expresión de un amor y una misericordia más grandes? No, no lo son. Son simplemente erróneas y engañosas.

Lo que nos corresponde hacer es alabar la voluntad salvífica de Dios y tomar conciencia de que, en su amor, Él lo intenta todo con tal de llegar a los hombres. Ningún camino le resulta demasiado lejano, ninguna carga demasiado pesada, ninguna fatiga demasiado grande para salir en busca de los perdidos y allanarles el camino de vuelta a Él. En efecto, Dios ama a los hombres y es este amor el que no le deja reposar hasta tener a salvo a la última oveja perdida de su rebaño.

Es el amor el que despliega constantemente nuevos caminos y recurre a todas las opciones posibles para seguir a los hombres hasta sus abismos y atraparlos con la “red del amor”.

También a nosotros nos moverá el mismo amor para salir con el Padre en busca de los perdidos y a fortalecer a los que vacilan. En esto debemos enfocarnos para aprovechar todas las posibilidades que se nos presentan para la salvación de las almas. Así, la conciencia de que los hombres pueden condenarse se convierte en un estímulo para no desfallecer en nuestros esfuerzos e interceder por todos en la oración.