Dos santos castos con un protector especial

Cuando empezamos a conocer las vidas de los santos, no pocas veces nos encontramos con historias extraordinarias. Éste es el caso de los santos Crisanto y Darío, mártires de los primeros siglos, cuya memoria se celebra hoy en un calendario litúrgico antiguo. Me limito aquí a resumir su historia basándome en el relato escrito por Wilhelm Auer. Si alguien desea escuchar una meditación sobre la lectura de hoy, puede encontrarla en el siguiente enlace: https://es.elijamission.net/la-humildad-preciosa-flor-en-el-jardin-de-dios-2/

Sobre los santos de hoy se cuenta lo siguiente:

San Crisanto era hijo de padres paganos. Su padre, Polemio, era senador en Alejandría y gozaba de tal alta estima por parte del emperador Numeriano que éste lo llevó consigo a Roma y lo nombró su consejero.

A Crisanto le gustaba mucho leer, y fue así como se encontró con la Sagrada Escritura, que le conmovió profundamente. Sabía que lo que aquí había encontrado era la verdad, aunque aún no pudiera comprenderlo todo. Buscó consejo en la comunidad cristiana y así se encontró con Carpóforo, un erudito y santo sacerdote. Él le explicó todo lo que deseaba saber y, con la ayuda de Dios, consiguió que Crisanto reconociera la falsedad de los dioses paganos y la verdad de la fe cristiana. Así, recibió el bautismo en secreto.

Polemio notó el cambio que se había producido en su hijo y lo confrontó. Entonces Crisanto profesó libremente su fe. Su padre, enfurecido, lo encerró en un calabozo maloliente para que muriera de hambre. Pero cuando vino a verle unos días después, encontró a su hijo fuerte y robusto, tanto corporalmente como en su fe en Cristo. Entonces lo llevó a una habitación elegante y le envió mujeres impuras para que lo sedujeran a la lujuria y recayera así en el paganismo. Pero Crisanto invocó a Dios de todo corazón, exclamando que prefería morir antes que pecar. Se tapó los oídos para no escuchar las palabras seductoras que se dirigían a él.

El plan del padre no tuvo éxito, porque las mujeres empezaron a dormirse una tras otra en sus intentos de seducir al santo. Crisanto sabía que era el Señor quien había venido en su auxilio, pero su padre lo interpretó como brujería y no desistió de su pretensión de hacer volver a su hijo al paganismo. Como siguiente intento, persuadió a Daría, una doncella consagrada a la diosa Minerva, para que contrajera matrimonio con su hijo Crisanto, con el fin de apartarlo poco a poco de la fe en Cristo y seducirlo al culto a los dioses. Daría dio su consentimiento, y así fue conducida por Polemio donde su hijo y ofrecida a él como esposa.

Sin embargo, por gracia de Dios, aconteció algo totalmente distinto de lo que el insensato Polemio había esperado. Daría fue persuadida por Crisanto y prometió convertirse al cristianismo. También accedió a su propuesta de llevar un matrimonio casto. Así, pues, se casaron y vivieron un matrimonio edificante que dio grandes frutos espirituales, una vez que Daría había recibido el bautismo. Ayudaron a los cristianos necesitados y llevaron la fe a muchos paganos.

Pero sólo había pasado poco tiempo hasta que llegó a oídos del tribuno Claudio la noticia de este matrimonio cristiano. Entonces él condujo a Crisanto al templo del dios Júpiter para que ofreciera sacrificios a este ídolo. Cuando Crisanto se negó, lo golpearon de tal manera que lo dejaron medio muerto y, según se dice, lo ataron con cadenas y lo arrojaron a un agujero oscuro y maloliente, donde confluía toda la inmundicia. Pero cuando Crisanto invocó a Dios, el agujero oscuro se llenó del esplendor celestial, el hedor se convirtió en un suave aroma y sus cadenas cayeron por tierra.

El tribuno Claudio quedó tan conmovido e iluminado por este milagro que él mismo pidió ser bautizado. En efecto, recibió el bautismo con gran alegría, junto con su mujer, sus dos hijos y un gran número de soldados. Cuando el emperador se enteró, mandó arrojar al Tíber a todos los neoconversos, atados a pesadas piedras.

¿Y qué pasó entretanto con Daría?

Al no poder convencerla de renunciar a su fe, la llevaron a un lugar donde la dejaron a merced de las apetencias de los hombres. En su gran angustia, Daría invocó al Señor y –según cuenta la historia– un león escapó de su jaula, corrió hacia ella y le ofreció su protección, por así decirlo. Cuando el primer joven se acercó a la casta doncella, el león lo agarró, lo tiró por tierra y miró a Daría, como preguntándole si quería que lo despedazara o lo dejara con vida. La santa llamó al espantado joven a la conversión y él prometió hacerse cristiano. Lo mismo sucedió con los dos siguientes hombres que pretendieron deshonrar a la doncella.

Cuando el obstinado emperador se enteró, mandó prender fuego a la habitación donde se encontraba la santa, para quemarla a ella y a su marido Crisanto. Antes de que esto aconteciera, Daría ya había despedido a su protector, el león, advirtiéndole que no hiciera daño a nadie.

Puesto que los santos esposos no se quemaron, el emperador Numeriano los enterró vivos en el año 284.

¡Que estos dos santos nos asistan en el combate espiritual, especialmente en la lucha por la virtud de la pureza! Y si Dios envía leones para proteger a los santos en vez de matarlos, ¡son bienvenidos!

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