DESPERTAR EL AMOR

 

“Puedes despertar aún más al amor, para que te inunde por completo. Esto es lo que el amor quiere y para esto te busca” (Palabra interior).

El amor no tiene límites, porque “Dios es amor” (1Jn 4,16). Así nos lo describe la Sagrada Escritura. No hay nada más importante que vivir en el amor, “pues el amor cubre multitud de pecados” (1Pe 4,8).

“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rom 5,5), que clama “Abbá, Padre” (Gal 4,6).

“Al atardecer de la vida seréis juzgados en el amor” –nos dice San Juan de la Cruz, y San Agustín nos lo señala como el camino hacia la libertad: “Ama y haz lo que quieras”.

Y por si no fuera suficiente, San Pablo exclama: “Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe” (1Cor 13,1).

Cantar el himno a la caridad significa glorificar a nuestro Padre, y en esto jamás nos excederemos. Así, el Padre Celestial nos invita a amar, encontrándonos con Él en la esencia más profunda de su ser.

El amor despierta en nosotros la verdadera vida, y nuestro Padre quiere vernos como testigos vivos de su amor. El amor nos hace atentos para encontrarnos con Dios, para ver a las personas en su luz y seguir las mociones del Espíritu Santo.

El amor nos busca sin cesar y toca a nuestra puerta, deseando que lo dejemos entrar. Una vez que nos ha encontrado, ya no nos suelta hasta habernos inundado, de modo que pueda fluir a través nuestro a este mundo como un torrente de agua viva (cf. Jn 7,38).

“Lo que os mando es que os améis los unos a los otros” –nos exhorta el Señor (Jn 15,17).

“¿Me amas más que estos?” –le pregunta Jesús a Pedro; a lo que éste responde: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” (Jn 21,15.17).

Podemos despertar aún más al amor, día tras día, hora tras hora… “A quien tiene, se le dará” (Mt 13,12).