En tiempos como los que estamos viviendo, con la incertidumbre de lo que pueda traer el futuro y con la amenaza de un espíritu que se cierne como una sombra sobre muchas personas, se vuelven particularmente importantes y actuales los temas como la confianza y la libertad, si bien éstos son siempre elementales para la vida cristiana. Por eso, el pasaje que escucharemos hoy del “Mensaje del Padre” a Sor Eugenia Ravasio se presta especialmente para la situación actual, que a no pocas personas les resulta como una pesadilla. Sin embargo, esta crisis puede servirnos para aferrarnos más profundamente a Dios y crecer espiritualmente. De esta manera, puede alcanzarse una gran libertad, como la que tenían los mártires, cuya confianza y cuyo amor vencieron incluso el miedo a la muerte, por gracia de Dios.
Escuchemos, pues, las palabras del Mensaje del Padre:
“Debéis confiar en Mí como hijos, pues sin esta confianza jamás obtendréis verdadera libertad. Os digo todo esto para que reconozcáis que he venido para llevar a cabo esta ‘Obra de amor’, para ayudaros con Mi poder a deshaceros de la servidumbre tiránica que tiene cautiva vuestra alma y para haceros gustar la verdadera libertad, de la cual procede la verdadera felicidad. Comparadas con ella, todas las alegrías terrenales no son nada. ¡Elevaos todos a esta dignidad de hijos de Dios! ¡Sabed apreciar vuestra grandeza, y Yo seré más que nunca vuestro Padre, el más amoroso y misericordioso de los padres!”
Aquí el Padre Celestial relaciona la confianza con la libertad, y habla de la servidumbre tiránica que tiene cautiva nuestra alma. Vale recalcar que nos habla de la “verdadera libertad”, y también en el caso de la confianza podemos especificar que se trata de una “verdadera confianza”.
Jesús nos dice: “Si el Hijo os da libertad, seréis realmente libres” (Jn 8,36). Esta verdadera libertad sólo puede surgir en el marco de los mandamientos de Dios. Las personas que en esta crisis ofrecen resistencia a un paternalismo político y perciben los rasgos tiránicos de una especie de “dictadura sanitaria”, están luchando por su libertad personal. Una resistencia tal es legítima y, sin embargo, abarca sólo un aspecto de la libertad.
Las cadenas que actualmente están siendo impuestas sobre las personas, restringiendo su libertad, pueden interpretarse como un reflejo perceptible de las cadenas interiores con las que el pecado y el miedo atan a los hombres.
Reflexionemos sobre el nexo entre el pecado y el miedo. Antes de la caída en el pecado, el hombre y la mujer vivían en una relación cercana y confiada con Dios. Habiendo caído en el pecado, se escondieron de Dios (Gen 3,8-10). El pecado les quitó la libertad, de modo que surgió una relación de miedo hacia Dios. Hasta el día de hoy, esta consecuencia del pecado yace como una sombra sobre el hombre. El diablo no sólo sedujo al hombre, sino que ha trabajo sin descanso para que, teniendo una imagen distorsionada de Dios, le tenga miedo en lugar de vivir en una relación de profunda confianza con Él. Este miedo, asociado a una falsa imagen de Dios, es en efecto una “servidumbre tiránica” y un profundo engaño. Esto puede llegar hasta el punto de que Lucifer se presente a sí mismo como portador de paz, ofreciéndole al hombre la “libertad” para hacer lo que le plazca, pero sometiéndolo en realidad a la esclavitud del pecado y la arbitrariedad.
En las palabras que hemos escuchado del “Mensaje del Padre”, Él parte precisamente de esta raíz del problema y quiere que lo superemos. Para las personas que viven del perdón de Jesús y le siguen sinceramente, no existe ningún obstáculo objetivo para vivir en la verdadera libertad, en una relación de confianza con el Padre y en la dignidad de los hijos de Dios. Entonces, las cadenas que restringen nuestra libertad son falsas informaciones sobre Dios, que nos son susurradas. Quizá también nos afecten ciertas experiencias negativas que hayamos tenido con personas, porque las transferimos a Dios mismo. Sea lo que sea, caemos en un fuerte engaño si le tenemos miedo a Dios. ¡No hay ninguna razón para ello! ¡Tengámoslo bien presente!
Por supuesto que también existe el verdadero temor de Dios, que es uno de los dones del Espíritu Santo. Pero aquí se trata del amor a Él, que nos lleva a no querer ofender a nuestro amado Padre ni herirlo de ninguna manera. Entonces, no tiene nada que ver con el miedo, sino que es la delicadeza del amor y la reverencia que corresponde. Esto es una buena disposición para crecer en la confianza y en el amor.
El miedo, en cambio, cierra el corazón y hace surgir una relación irracional con Dios. ¡De esto quiere liberarnos nuestro Padre! Por eso nos hace tantas declaraciones de amor en este Mensaje, y nos invita a confiar en Él y a vivir en una relación tierna con Él. Tal vez no estemos realmente conscientes de nuestra falta de confianza. Pero podríamos notarla si, por ejemplo, en la crisis actual nos dejamos llevar principalmente por el miedo y apenas logramos confiar en Dios para refrenar o, mejor aún, vencer este miedo, que puede llegarnos de muchas formas.
Entonces, ¿qué podría ayudarnos aquí? ¡Un diálogo confiado con nuestro Padre! Pongamos ante Él nuestros miedos y la desconfianza o falta de confianza, y pidámosle que rompa las cadenas que nos paralizan y nos atan. Digámosle a nuestro Padre que queremos tener una gran confianza en Él. Demos pasos de confianza cada día, cuando nos encontremos en situaciones que nos desconciertan o nos causan miedo. ¡Confiemos en la promesa del Padre de que somos hijos suyos!
UN AVISO FINAL: Durante los últimos meses, desde que concluimos la Novena a Dios Padre, habíamos invitado a aquellos que se sintieron particularmente llamados a honrar a la Primera Persona de la Santísima Trinidad a que se reportaran con nosotros, como representantes de su respectiva nación, para que juntos le demos a nuestro Padre Celestial aquel culto y amor que Él pide en el Mensaje dado a la Madre Eugenia Ravasio. Si alguien no había escuchado esta invitación y también quisiera formar parte de esta “Obra de amor” del Padre Celestial, aún puede enviarnos un correo a la siguiente dirección, señalando su nombre y el país de donde viene: contact@jemael.org