DESCANSA EN LA FILIACIÓN DIVINA

 

“Descansa en la filiación divina. Dios es un Padre –¡tu Padre!– lleno de ternura, de infinito amor” (San Josemaría Escrivá de Balaguer).

¡Qué importante es que encontremos realmente nuestro hogar en esta maravillosa vocación que nuestro Padre nos ha concedido! Sentirnos en casa significa que podemos dejar de lado cualquier tensión, cualquier desasosiego que a menudo aún llevamos en nosotros, y que finalmente hemos encontrado nuestro verdadero lugar de reposo en el amor de nuestro Padre.

“Hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y escapamos” (Sal 123,7) –exclama el salmista. En efecto, muchos cazadores nos acechan, tanto dentro como fuera de nosotros. Pero siempre tienen que retroceder cuando nos refugiamos en nuestro Padre.

A veces tenemos que respirar profundamente en vista de tantas tensiones y obligaciones que recaen sobre nosotros. Pero cuando recordamos a nuestro Padre y nuestra filiación divina, recibimos la serenidad y el consuelo que de Él emanan. Venga lo que venga, podemos estar seguros de su amor. ¡Todo saldrá bien!

Así es como entran en nuestra vida la confianza, la paz interior y la serenidad en la que siempre podemos reposar. Esta serenidad nos acompaña y podemos volver a ella una y otra vez. La serenidad interior se vuelve tanto más profunda cuanto más conocemos la ternura del amor de nuestro Padre, que nos impregna y nos da a entender una y otra vez: “Tú eres mi hijo amado”. Entonces se cumple en nosotros la promesa de Jesús: “Yo os aliviaré (…), y encontraréis descanso para vuestras almas” (Mt 11,28-29).

Si vivimos como hijos de Dios y estamos seguros del amor de nuestro Padre, entonces las tareas que nos han sido confiadas –por grandes o pequeñas que sean– pierden aquella pesadez que a veces nos agobia. Antes bien, se convierten para nosotros en un desafío del amor, en una oportunidad para servir a nuestro Padre. También en el cumplimiento de nuestras tareas nos ayudará la serenidad en Dios, que puede transmitirles esa armonía capaz de convertir todo en una obra de Dios.