“DÉJAME SER TU FUERZA”  

«Déjame ser tu fuerza» (Palabra interior).

Es cierto que nuestra debilidad humana nos lleva una y otra vez a situaciones que difícilmente o de ninguna manera podemos superar. Esto se aplica tanto a la vida exterior como a la interior, que también puede depararnos etapas de oscuridad que forman parte del proceso de purificación del alma. En tales situaciones, a menudo no sabemos qué hacer y nos enfrentamos a nuestra pequeñez y nuestras carencias. Es entonces cuando debemos invocar al Señor, y Él nos responderá: «Déjame ser tu fuerza».

Aunque a veces no sintamos la presencia de nuestro Padre y sólo nos aferremos a Él a través de la fe, ¡Él nunca nos abandona!

Lo que a veces no comprendemos hasta más tarde es cómo nuestro Padre se vale de esas situaciones para nuestro bien. En efecto, el crecimiento y la maduración espiritual consisten precisamente en abandonarse en manos del Señor en las horas de oscuridad y debilidad, de hostilidad y persecución. Invoquemos al Señor y Él nos responderá: «Déjame ser tu fuerza».

Puede que parezca un «salto a la nada», pero es el paso más realista que podemos dar. La fuerza y la sabiduría de Dios nos mostrarán una salida de esta situación y la utilizarán para nuestro bien. Invoquemos al Señor y Él nos responderá: «Déjame ser tu fuerza».

Recordemos al Apóstol Pablo, que exclamaba: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2Cor 12,10). ¿Qué significa esta afirmación sino «Déjame ser tu fuerza»?

Pensemos, por ejemplo, en las tentaciones que el diablo nos pone: ¿cómo podríamos escapar de ellas o resistir? Invoquemos al Señor y Él nos responderá: «Déjame ser tu fuerza».