DE PASADA

“No te detengas en nada que no sea Dios” (Beato Enrique Suso). 

Conocemos una frase similar de San Agustín, diciéndonos que podemos hacer uso de todas las cosas de este mundo, pero sólo a Dios debemos disfrutar.

¿A qué se refieren estos dos maestros de la vida espiritual? ¿No fue nuestro Padre quien nos dio tantas cosas maravillosas para que nos deleiten? ¡Sin duda es así!

Sin embargo, las cosas terrenales, todo lo pasajero, sea lo que fuere, no puede llenar realmente nuestra alma. Como nos enseña el don de ciencia, todas las cosas creadas no son nada en sí mismas y sólo se vuelven provechosas cuando las colocamos en el debido orden espiritual. Podemos deleitarnos en ellas, podemos alabar al Creador por la belleza de su obra, pero no podemos “detenernos” en las cosas de este mundo.

Ciertamente esto es lo que quiere decirnos el Beato Enrique Suso. Dios es tan maravilloso que debemos buscarlo a Él y en Él sí que podemos detenernos. Sólo en el amor de nuestro Padre estamos realmente “en casa”, y Él, aunque sin duda nos abre los ojos para contemplar la belleza de su Creación, nos enseña al mismo tiempo a no ponerla en el centro de nuestra vida.

El centro es nuestro Padre. En su búsqueda de Dios, San Agustín entendió esta lección. Cuando admiraba el sol, la luna y las estrellas, percibía como si éstas le dijesen: “No somos nosotros ese Dios que buscas (…). Él es el que nos ha hecho” (San Agustín, Las Confesiones, 10,6). ¡Así que se puso en búsqueda de la fuente de la belleza!

Por eso, estos hombres sabios nos aconsejan recorrer nuestro camino con la mirada puesta en la meta. Ciertamente podemos percibir lo bello que encontramos en este camino y deleitarnos en ello, pero no detenernos allí. Disfrutémoslo “de pasada”, sin dejar que nos desvíe de la meta, es decir, de Dios mismo.