DE LA MANO DEL PADRE

“Avanzad con calma hacia el oscuro futuro. Sabed que, en esta noche tenebrosa, camináis de la mano de un Dios amoroso” (San Arnoldo Janssen).

Estas palabras nos dan una clara dirección. Sea lo que sea y pase lo que pase, la mano de nuestro amoroso Dios no nos soltará. En esta certeza debemos cimentarnos, sin caer en la tentación de enfocarnos demasiado en la oscuridad del tiempo presente y en la que aún pueda venir, porque así ya nos dejaríamos absorber por ella.

Nuestro Padre no abandonará nunca a sus hijos. Si Él permite las tinieblas –que a menudo son consecuencia del pecado–, al mismo tiempo Él ayuda al hombre a afrontarlas e incluso le permite crecer en fe y en confianza a través de ellas.

A un verdadero amigo se lo reconoce porque no nos deja solos en medio de la dificultad. Lo mismo sucede con nuestro Padre, que no nos abandona en estos tiempos de tribulación; sino que nos tiende su mano. Él es, al mismo tiempo, nuestro Padre y nuestro amigo.

Lo decisivo es que lo busquemos a Él, y que no pretendamos superar con medios meramente humanos las situaciones, por muy inciertas que éstas sean y aunque no sepamos lo que nos espera. Precisamente entonces debemos contar con la ayuda amorosa de Dios y saber que, en Él, siempre habrá una salida, siempre habrá un camino abierto.

Este “camino abierto de Dios”, que es Él mismo, es la senda segura por la que Él nos conducirá si nos abandonamos a Él sin reservas.  ¡Esta es la mejor respuesta que podemos dar! Entonces veremos que van cediendo todas las inseguridades, todos nuestros intentos de hallar una solución por nuestra propia cuenta, y que en lo más profundo de nuestro ser crece la seguridad del amor. Entonces ya no pondremos nuestra seguridad en nosotros mismos, sino en el Señor.

Esta es también la gran lección que podemos aprender de las situaciones difíciles de nuestra vida: Dios nos guía en todas las tinieblas. ¡No tenemos por qué asustarnos! Cimentados en la confianza, podemos avanzar con calma hacia un futuro incierto y oscuro. ¡Dios lo tiene en sus manos, y Él es la fuente de la luz!

Dios se valdrá de todo para el bien de los suyos (cf. Rom 8,28), y así incluso el paso por una noche oscura se convierte en bendición si nos aferramos confiadamente a la mano de nuestro Padre.