CORAZONES QUE ENTIENDAN A DIOS

“¿Qué es lo que deseo alcanzar a través de esta ‘obra de amor’, si no encontrar corazones que puedan entenderme?” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Comprenderemos más profundamente a nuestro Padre cuando lleguemos a conocer su Corazón. ¡Y eso es lo que Él quiere! Quiere que captemos su amor, su motivación, su Ser…

También a nivel humano nos alegra saber que alguien nos entiende, que comprende lo que realmente queremos, que es capaz de captar nuestras motivaciones… Cuando esto sucede, se genera una profunda unidad con esta persona. Si nos ve con una mirada de amor, logra entender mejor nuestro corazón y nos sentimos comprendidos.

Esto se aplica aún más a Dios, cuyas intenciones son siempre puras. Ciertamente es doloroso para nuestro Padre que la humanidad no lo conozca como Él es en verdad; que aquellos que quieren darlo a conocer no transmitan la imagen correcta de Él… Una y otra vez, el Padre se lamenta de ello en el Mensaje a la Madre Eugenia, queriendo corregir todas las imágenes equivocadas o imperfectas que aún se tenga de Él.

Con los corazones que lo comprenden, Él puede comunicarse a otro nivel. Aquí se superan todos los obstáculos que brotan de la desconfianza.

De seguro todos nosotros confiamos en el Padre y creemos que quiere lo mejor para nosotros. Pero, ¿realmente esta certeza penetra hasta lo más profundo de nuestro corazón, de modo que se mantiene firme aun cuando las cosas resultan siendo distintas a lo que habíamos deseado? ¿Será que, en el fondo de nuestro ser, aún seguimos aferrándonos a ciertas cosas que hace tiempo debíamos haber dejado en manos de nuestro Padre? Quizá se las entregamos en la oración, pero, cuando llega la “hora de la verdad”, puede suceder que aún no le demos toda nuestra confianza y terminemos replegándonos en nosotros mismos.

Esto tiene remedio: agradezcamos cada día a nuestro Padre por la vida y por todo lo que hace y seguirá haciendo; agradezcámosle por poder confiar sin reservas en Él y pidámosle la confianza que tuvo la Virgen María al acoger el anuncio del ángel y ponerse totalmente en las manos de Dios. Ya lo veremos: cada día nuestro corazón se dejará derretir por el amor de Dios, y así llegaremos a comprender este amor y, en consecuencia, a Dios mismo.