“CONSOLAR Y AMAR AL PADRE”

«También quisiera (…) que puedas dedicar media hora al día para consolarme y amarme» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Es una petición que nuestro Padre dirige a la Madre Eugenia, pero, como ella misma añade, es lo que Él desea de todos sus hijos.

Una media hora. ¿Podremos reservarla para Él? ¿A qué otras cosas podemos restar tiempo? ¿Qué actividades no son importantes y qué podríamos dejar de lado para responder a esta petición? Si lo buscamos, encontraremos ese tiempo.

¡Qué consuelo para nuestro Padre! Evidentemente, lo es ya por el simple hecho de que nos tomemos tiempo para Él.

Un consuelo porque las personas no suelen tener tiempo para Aquel que tanto quiere darles.

Un consuelo al ver que sus criaturas, a las que ha elevado a la condición de hijos, piensan en Él.

Todavía no son conscientes de lo que eso significa para Él y para ellos mismos.

Todavía no saben que Dios solo puede colmarlos con la plenitud de su amor si están en disposición de asimilarlo.

Esta media hora servirá para prepararlos.

Esta media hora puede transformar toda una vida.

Hemos respondido al anhelo y a la petición del Padre Celestial, y así le mostramos nuestro amor. Esto por sí solo ya trae una nueva realidad a la vida, marcada por el amor.

Una media hora es bastante, pero también poco tiempo.

Cuando nos hayamos habituado, ya no querremos perdérnosla. Ese tiempo le pertenece a nuestro Padre, que siempre nos espera. Así nos convertimos en sus hijos y confidentes, y le entregamos nuestro corazón cada vez más profundamente. Así consolamos a Aquel que ve cómo tantos corazones se alejan de Él. Le regalamos nuestro amor, invitándole así a permanecer y morar siempre en nosotros.

Una media hora, ¿y luego qué? Al día siguiente, volveremos a dedicarle media hora, y otra media hora más… Entonces ya no podremos imaginar nuestra vida sin ella y el amor habrá triunfado.

¿Y nuestro Padre? Él agradecerá a sus hijos como sólo Él es capaz de hacerlo.