CONFIANZA CIEGA 

“¡Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones!” (Ap 15,3c).

¿Quién puede comprender y abarcar los caminos de nuestro Padre? A veces somos capaces de entenderlos al ver los acontecimientos en retrospectiva, pero pocas veces en el momento en que tienen lugar.

Sin embargo, hay una manera de afrontar la incertidumbre sobre el porvenir y la incomprensión ante el presente: es el camino de la confianza. En caso de que se refiera a la relación con el Señor, incluso debe ser una “confianza ciega”, que no tiene nada que ver con aquella pseudo-confianza presuntuosa cuyo origen está en la soberbia y que debe ser rechazada: “No tentarás al Señor, tu Dios” (Mt 4,7).

La verdadera confianza se aferra a la bondad y a la sabiduría de Dios aun cuando el entendimiento es incapaz de comprender las cosas. Desprendiéndose de las limitaciones humanas, se arroja en los brazos de Dios con un acto de la voluntad. Esta profunda confianza, que ha de convertirse en la realidad del alma y tomar posesión de ella gracias a la obra del Espíritu Santo, muchas veces tiene que ser aprendida y practicada con actos concretos de la voluntad, si no nos ha sido dada simplemente como un regalo de la gracia. Esto significa que debemos decir: “Quiero confiar; quiero confiar en Dios”. Se trata de un acto de amor, y así se comprende que la confianza es un asunto del amor; y la “confianza ciega” (correctamente entendida), un acto de gran amor.

“¡Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones!”

Este versículo del capítulo 15 del Apocalipsis hace parte del cántico que entonan los vencedores sobre la Bestia (v. 2); es decir, aquellos que han superado victoriosamente el tiempo de la gran tribulación en la tierra. Fueron testigos de la sabiduría de Dios y ahora han pasado del creer al ver. Ellos contemplan y alaban los justos designios del Señor. También nosotros podemos unirnos a estos testigos, alabando a Dios en medio de las turbulencias del tiempo presente.

Nuestro Padre se complacerá en ello, porque de esta manera le honramos y creemos en Él, aunque aún no veamos.