CONFÍA EN MÍ SIN RESERVAS

“Confía en mí sin reservas” –escuché un día en la oración.

El amor de nuestro Padre nos invita a confiar ilimitadamente en Él. No hay nada que Dios no sepa; Él nos conoce mejor que nosotros mismos, conoce nuestro corazón:

“Señor, tú me sondeas y me conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.”
(Sal 138,1-3)

¿Cómo no confiar en Él y dejar que sane en nosotros la profunda herida que el primer pecado de nuestros padres nos dejó marcada: la pérdida de confianza, la inseguridad de nuestra existencia, la falsa imagen de nuestro Padre…?

Tú, Padre, quieres nuestra confianza sin límites. Esto no signfica imprudencia ni un optimismo ciego. ¡No! Lo que quieres es que nos abandonemos en tu amor y nos dejemos envolver por él. Quieres que no nos apoyemos en las seguridades que nosotros mismos gestionamos, en cosas que hoy existen y mañana desaparecen.

Tu amor nos invita a poner simplemente en tus manos toda nuestra existencia, todo nuestro ser, sabiendo que Tú eres nuestro Padre.

¿Por qué titubeamos al entregarte completamente las riendas de nuestra vida? ¿Por qué dudamos en dar el último paso?

Probablemente sea porque aún no te conocemos bien y no comprendemos lo suficiente cómo Tú eres en verdad. Si lo supiéramos mejor, podríamos simplemente dejarnos caer. Y entonces descrubriríamos que por tanto tiempo nos has estado esperando.

En realidad, es muy sencillo. Aquello que limita nuestra confianza es lo irreal, una oscura fantasía, un sombrío sueño…

Pero si damos el paso hacia la verdadera libertad, el paso hacia ti, entonces despertamos. ¡Y he aquí que estamos vivos! (cf. 2Cor 6,9).