“CON TU SABIDURÍA FORMASTE AL HOMBRE” 

“Con tu Sabiduría formaste al hombre para que dominase sobre los seres por ti creados” (Sab 9,2).

Con justa razón, el Padre le encomendó al hombre el dominio sobre las criaturas de la tierra, pues ¿quién sino sus hijos, dotados de entendimiento, podría liderarla?

Sin embargo, el verdadero dominio siempre va de la mano con la sabiduría, y esto cuenta también para la Creación que ha sido confiada a nuestro cuidado, pues sino no le daríamos el trato que le corresponde.

En efecto, es al hombre a quien el Señor dotó de la capacidad de penetrar en los misterios de la Creación, para que pudiese reconocer y alabar “las perfecciones invisibles de Dios a través de las cosas creadas” (Rom 1,20), y cooperase en  que “la misma creación sea liberada de la esclavitud de la corrupción para participar de la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Rom 8,21).

Esto no se ha cumplido aún, y “sabemos que la creación entera gime y sufre con dolores de parto hasta el momento presente” (v. 22) y “anhela la manifestación de los hijos de Dios” (v. 19).

Si falta la sabiduría, se puede llegar al extremo de convertir a la Creación irracional en un ídolo, de no reconocer a Dios en ella y de caer en diversos errores y dependencias, dejándose engañar por los demonios.

Si falta la sabiduría, el dominio sobre la Creación se convierte, en el extremo opuesto, en su despiadada explotación, que no corresponde a la dignidad ni del hombre ni de la buena Creación de Dios.

Es la sabiduría la que todo lo ordena y a cada cosa le da su lugar. Sin ella, la confusión y el caos se proliferan. Por eso, oh Señor, te suplicamos –junto al rey Salomón– que nos concedas la sabiduría, para que nosotros, que estamos llamados a dominar sobre los seres creados, no terminemos perdiendo el camino.