“CON RAZÓN ERES AMADO” 

 “Mejores que el vino son tus amores (…) Disfrutemos juntos y gocemos, alabemos tus amores más que el vino. ¡Con razón eres amado!” (Ct 1,2b.4).

Incomparable y sobrecogedor es el amor de Dios. Todas las formas de amor verdadero son un regalo de la bondad del Padre; una participación en su ser, porque “Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,16).

Puesto que el vino, “que alegra el corazón del hombre” (Sal 104,15), era tenido en tan alta estima en el Pueblo de Dios, se recurre a su dulzura y suavidad como ejemplo para dar a entender al hombre que el amor de Dios es mucho más dulce aún, que penetra más suavemente en el corazón, que despierta aún más deleite y regocijo en nuestra alma.

En efecto, nuestra alma está tan sedienta: “Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío” (Sal 41,1).

Está “como tierra reseca” (Sal 62,6) cuando no recibe el alimento divino, cuando está privada del agua de la vida que brota del Trono de Dios (cf. Ap 22,1), cuando la Palabra viva del Señor no la nutre y la Sangre de Cristo no la riega.

¡Cómo el alma cae en manos de los bandidos cuando no llega a conocer el amor de nuestro Padre! ¡Cuán lejos está de su hogar! Entonces, tampoco el dulce vino puede consolarla ni alegrar su corazón, porque, si no nos llevan a dar gracias al Creador por sus dones, los goces terrenales no pasan de ser cosas amenas, que no pueden saciar el alma y la dejan vacía.

“Disfrutemos juntos y gocemos, alabemos tus amores más que el vino.”

Aquí se nos señala el camino y se reestablece la jerarquía de los valores. Si nos atenemos a ella, cada cosa obtendrá el sitio que le corresponde.

Entonces podremos deleitarnos sin reservas en la dulzura del amor de Dios, y en la dulzura del vino sólo hasta el punto de que alegre el corazón, pero no lo confunda.