“Permanece en constante contacto conmigo” (Palabra interior).
Siendo hijos suyos, nuestro Padre quiere conducirnos a una gran libertad y naturalidad en la relación con Él. Así, el Señor no sólo nos ofrece la gracia originaria de la cercanía y familiaridad con Él; no sólo nos devuelve la belleza del primer día, cuando nos creó a su imagen; sino que, por medio de su Hijo, nos llama a una cercanía aún mayor y nos hace partícipes de la plenitud de su amor.
En el Mensaje a la Madre Eugenia, nuestro Padre Celestial nos invita una y otra vez a vivir en esta relación cercana y familiar con Él, y a acudir libremente a la fuente de su amor para beber de él y actuar en él. Esto es una alegría para Dios, y así puede desplegarse cada vez más la vida que Él ha previsto para nosotros. En efecto, nuestro Padre no quiere vernos sometidos a una dominación extranjera; sino en una viva relación con Él, de modo que Él pueda permanecer en nosotros y nosotros en Él.
Esto se hace realidad cuando intentamos vivir en constante contacto con nuestro Padre. Para ello, no sólo nos ayuda observar los tiempos fijos de oración; sino también practicar una sencilla oración interior a la que podemos recurrir con frecuencia y en casi todas las situaciones. Algunos repiten la jaculatoria: “Jesús, en ti confío”. Otros están habituados a la fórmula clásica de la oración del corazón: “Jesús, Hijo de Dios, ten compasión de mí.” También una sencilla jaculatoria como “Padre, te amo” puede facilitar el contacto interior con Él y hacerlo fecundo.