ITINERARIO CUARESMAL | Día 28: “Seguir a Cristo en tiempos anticristianos”

También hace parte de nuestro itinerario cuaresmal echar una mirada atenta a los tiempos difíciles en los que nos encontramos, que –como he dicho repetidas veces– considero que son de carácter apocalíptico. Aunque no debamos dejarnos intimidar por su amenaza, tampoco podemos cerrar los ojos ante los acontecimientos que están sucediendo a nuestro alrededor.

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ITINERARIO CUARESMAL | Día 27: “Oración en tiempos de persecución”

Volvemos hoy al tema de la oración; esta vez desde otra perspectiva. Sin duda, la oración sirve, ante todo, para glorificar al Señor y para que el alma sea introducida y permanezca en el “gran diálogo” con Él.

En la oración litúrgica, tomamos parte junto a todos los fieles en la plegaria de la Esposa (la Iglesia) a su Esposo. En la Santa Misa, como cumbre de la oración litúrgica, nos unimos al sacrificio de Nuestro Señor en la Cruz. Siempre debe preservarse y cultivarse esta jerarquía en la vida de oración.

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ITINERARIO CUARESMAL | Día 25: “Sobre la contemplación (I)”

A lo largo de nuestro itinerario cuaresmal, he mencionado varias veces la oración contemplativa. Aunque no todas las personas lleguen a experimentar los diversos niveles de la contemplación, es bueno al menos saber de qué se trata esta forma de oración. Al abordar este tema, tendré muy en cuenta que la mayoría de las personas que escuchan estas meditaciones no viven en un monasterio, totalmente inmersas en una vida contemplativa. Espero que algunos aspectos de esta meditación sobre la contemplación sean de provecho para que nuestra vida y nuestra oración se vuelvan aún más receptivas a la presencia de Dios.

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ITINERARIO CUARESMAL | Día 24: “Dar el lugar correcto a los mensajes proféticos”

Hoy retomamos el tema de las “apariciones y revelaciones privadas”. Éstas últimas son los mensajes recibidos en apariciones o alocuciones interiores.

Ayer hice énfasis en que debemos prestarles atención, porque –siempre y cuando sean auténticas– son pautas que nos da el Señor, mostrándonos un camino y proporcionándonos ayuda en la situación concreta en que nos encontremos, ya sea a nivel del mundo como de la Iglesia.

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ITINERARIO CUARESMAL | Día 23: “Escuchar a los profetas”

La lectura de hoy, tomada del Libro de Jeremías, nos recuerda que debemos escuchar a los profetas. Dios nos habla a través de ellos, para guiarnos de vuelta al camino recto. Sabemos que, desde que envió a su propio Hijo al mundo, Dios nos habla a través suyo (Hb 1,1-2) y con la voz de la Iglesia; no obstante, sería erróneo excluir ahora por completo la dimensión profética. El Señor le dice a Jeremías:

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ITINERARIO CUARESMAL | Día 22: “Fidelidad a la Tradición”

Empecemos la meditación de este día escuchando las palabras que el Señor dirige a sus discípulos en el evangelio de hoy:

“No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud. En verdad os digo que mientras no pasen el cielo y la tierra, de la Ley no pasará ni la más pequeña letra o trazo hasta que todo se cumpla. Así, el que quebrante uno solo de estos mandamientos, incluso de los más pequeños, y enseñe a los hombres a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Por el contrario, el que los cumpla y enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5,17-19).

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ITINERARIO CUARESMAL | Día 21: “La gracia de los sacramentos”

  1. La Santa Eucaristía

Dentro de nuestro camino espiritual, merecen una atención especial los santos sacramentos de la Iglesia, en particular la Santa Eucaristía. Ésta debería ser el punto culmen de la vida de la Iglesia y pertenecer naturalmente a nuestra amada identidad católica.

En la meditación de anteayer, mencioné el término “Santa Misa dignamente celebrada”. Por desgracia, hay Santas Misas en el “Novus Ordo” que están marcadas por un carácter subjetivo, con intervenciones que no forman parte de la liturgia, con cantos que no corresponden a la santidad del acontecimiento, etc…

En realidad, habría que evitar asistir a tales Misas, porque, debido a la banalización, la falta de reverencia y los elementos ajenos, el alma no sale fortalecida ni es atraída hacia el misterio de la fe; sino que más bien se queda en la periferia. Por tanto, es aconsejable –siempre que haya la posibilidad– participar en aquellas Santas Misas que preservan la sacralidad. Aunque haya que recorrer un camino más largo y arduo para llegar a una iglesia donde se la celebre así, vale la pena asumirlo, porque el mayor tesoro que hemos recibido debe ser venerado con santa devoción y alimentar verdaderamente nuestra alma.

Esto sucede especialmente en las Santas Misas del rito tradicional (Tridentinas), que transmiten la fe católica sin experimentos litúrgicos. Por eso, se las puede recomendar indiscriminadamente, porque en ellas se hace presente una santa reverencia, el alma se fortalece en la fe y puede insertarse en la milenaria tradición de cómo la Misa era celebrada a lo largo de los siglos, siendo alimento de muchísimos santos y generaciones de fieles.

  1. El sacramento de la penitencia

Otro sacramento con un valor invaluable es la santa confesión, cuyo efecto es de enorme profundidad. Cuando el sacerdote perdona nuestros pecados en el Nombre de Jesús, nuestra alma se sana y obtiene nuevas fuerzas. Experimenta un encuentro con la misericordia de Dios, y así descubre cada vez más el Ser de Dios. Lejos de ser un proceso mecánico o un mero desahogo psicológico, la santa confesión es un encuentro vivificante con nuestro bondadoso Padre del cielo. Él no sólo levanta nuevamente al alma, sino que, habiendo perdonado su culpa, la adorna con el vestido de la gracia y se deleita en ella.

Así, el alma puede continuar su camino con la serenidad de saberse perdonada, agradecida por el incesante amor del Padre Celestial, agradecida por el sacrificio de amor de Jesús en la Cruz, agradecida con el Espíritu Santo por revelárselo y hacérselo entender cada vez más en su luz.

Lamentablemente, hoy en día hay que advertir que uno debe acercarse al sacramento de la confesión con la debida seriedad. Esto incluye la contrición; es decir, el arrepentimiento por el pecado cometido, así como el firme propósito de cambiar. También hay que añadir que se debe seguir llamando al pecado por su nombre. Las tendencias de que el sacerdote dé la absolución sin el arrepentimiento y propósito de enmienda del penitente no corresponden a la praxis católica.

La regularidad en la recepción de estos sacramentos también confiere estabilidad a nuestro camino espiritual y nos alimenta constantemente. Éstos son grandes ayudas e instrumentos espirituales que Dios nos da para el camino de la santidad. Nunca debemos desaprovecharlos por negligencia, y hemos de acudir con más frecuencia al confesionario. Si, además de recibir el perdón de los pecados, el confesor nos da un buen consejo para nuestra vida con Dios, saldremos agasajados y nos volveremos capaces de agasajar a otros también.

  1. El sacramento del matrimonio

Son cada vez más las personas –por desgracia, también católicas– que ya no están conscientes del valor del santo matrimonio. Piensan que pueden simplemente posponer la boda eclesiástica hasta encontrar una fecha en que todas las circunstancias externas encajen, pero ya antes conviven como cónyuges, con los correspondientes actos íntimos. Esto está mal, y peor aún sería pensar que no es necesario contraer matrimonio en absoluto.

La Iglesia tiene una visión muy elevada y positiva del matrimonio, porque el hombre y la mujer, en su unión, han de reflejar la relación de Cristo con su Iglesia (Ef 5,22-33). Por eso, la exclusividad y la indisolubilidad, la apertura a la vida y la búsqueda del bien del otro son componentes básicos de un matrimonio. El matrimonio vive del amor y de la fidelidad, y puede renovarse y profundizarse cada vez más por la gracia de Dios. Así como la Iglesia debe amar y ser fiel a su Señor, también deben serlo los cónyuges. Por eso en el Antiguo Testamento se solía comparar la infidelidad del Pueblo de Israel a Dios con el adulterio (cf. p.ej. Os 2,7).

El matrimonio y la familia son queridos por Dios y es lo normal y deseable para la mayoría de las personas. Sin embargo, a algunas el Señor las llama a una vida totalmente entregada al servicio de Dios y de los hombres, para lo cual deben ser completamente libres. Tal vocación es una gran muestra del amor de Dios, y dichosos son aquellos que responden a este llamado.

Un “matrimonio” entre personas homosexuales, tal como se lo pretende establecer y legalizar hoy en día en el ámbito civil, es algo que la Iglesia no puede avalar, ni mucho menos bendecir. Ella está llamada a ayudar a las personas con tales inclinaciones, para que puedan llevar una vida de acuerdo con la Voluntad de Dios.

Debido a la indisolubilidad del matrimonio y el vínculo sacramental que surge entre los cónyuges “hasta que la muerte los separe”, sólo es posible volver a contraer matrimonio si muere el esposo o la esposa, o si se constata la nulidad del primer matrimonio. Con un sabio acompañamiento pastoral, hay que atender a aquellas personas cuya situación de vida no corresponde a la norma objetiva, mostrándoles los caminos para ponerla en orden ante Dios y la Iglesia, para que puedan volver a recibir los sacramentos.

De la meditación de hoy, concluyamos que los santos sacramentos forman parte de aquello que San Nicolás de Flüe suplica en la segunda parte de su oración, cuando dice: “Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti”.

Meditación sobre la lectura del día: http://es.elijamission.net/2022/03/22/

Meditación sobre el evangelio del día: http://es.elijamission.net/2021/03/09/

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ITINERARIO CUARESMAL | Día 18: “La oración regular”

“Señor mío y Dios mío, concédeme todo lo que me acerca a Ti” –exclama San Nicolás de Flüe en la segunda parte de su famosa oración.

En la teología mística se llamaría a esta parte del camino espiritual la “vía iluminativa”. Esto quiere decir que, después de los intensos procesos de purificación –tanto la activa (de la que ya hemos hablado un poco) como también la pasiva– podemos conocer mejor a Dios.  En la vía iluminativa, la Sagrada Escritura empieza a hablarnos con más claridad, nuestra forma de orar cambia, obtenemos más luz para nuestro camino de seguimiento del Señor… En pocas palabras, el camino se torna más fácil.

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