[Dijo Jesús mirando al cielo:] “Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos la perfecta alegría que yo tengo. Yo les he dado tu palabra, pero el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad. No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que creerán en mí por medio de su palabra, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
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Sexto día de la Octava de Navidad: “La pobreza de Jesús”
“Ya conocéis la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para enriqueceros con su pobreza” (2Cor 8,9).
“Una pobreza que nos enriquece”–así podríamos describir el suceso de la Natividad.
Dios no teme hacerse pequeño por los hombres; no se asusta a colocarse por debajo de los ángeles para enaltecer a los hombres (cf. Hb 2,9). Un pequeño niño en un pesebre, sin rastro de lujo; una gruta como casa natal; unos sencillos pastores como huéspedes… Todo esto es expresión de una pobreza que, no obstante, está llena de dignidad por ser voluntaria. Dios quiso venir al mundo en esta pobreza para mostrarnos la verdadera riqueza, que es su amor.
Meditaciones sobre las Antífonas “O” (7/7): O EMMANUEL
Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro,
esperanza de las naciones y salvador de los pueblos:
ven a salvarnos, Señor Dios nuestro.
Meditaciones sobre las Antífonas “O” (5/7): O ORIENS
Oh Amanecer,
Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia:
ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Meditaciones sobre las Antífonas “O” (4/7): O CLAVIS DAVID
Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel;
que abres y nadie puede cerrar;
cierras y nadie puede abrir:
ven y libra a los cautivos
que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Meditaciones sobre las Antífonas “O” (3/7): O RADIX IESSE
Oh Raíz de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos;
ante quien los reyes enmudecen,
y cuyo auxilio imploran las naciones:
ven a librarnos, no tardes más.
Meditaciones sobre las Antífonas “O” (2/7): O ADONAI
Oh Adonai, Pastor de la casa de Israel,
que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente
y en el Sinaí le diste tu ley:
ven a librarnos con el poder de tu brazo. leer más
Meditaciones sobre las Antífonas “O” (1/7): O SAPIENTIA
Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo,
abarcando del uno al otro confín,
y ordenándolo todo con firmeza y suavidad:
ven y muéstranos el camino de la salvación.
La virtud de la justicia
“La justicia es la constante y firme voluntad de dar a cada uno lo que le corresponde.” (Santo Tomás de Aquino)
En esta sencilla definición encontramos la base para la práctica de esta virtud cardinal. La justicia se dirige, en primer lugar, a Dios mismo, pues no hay nada que sea más justo que rendirle a Él el culto que le corresponde como Creador y Padre: la adoración, el honor, la gloria, la gratitud, la confianza, el fiel cumplimiento de sus mandamientos, el humilde y entregado servicio a Él…
A nivel objetivo, la omisión de todas estas cosas es la mayor injusticia, aun si por lo demás procurásemos practicar la justicia para con el prójimo, respetando sus derechos y cumpliendo las diversas obligaciones que tenemos hacia él.
La virtud de la prudencia
“Porque es el Señor quien da la sabiduría y de su boca brotan el saber y la prudencia” (Prov 2,6).
La virtud de la prudencia suele considerarse como la “auriga virtutum”; es decir, la moderadora o conductora de las otras virtudes, porque ella nos ayuda a aplicar la virtud que corresponda en las circunstancias dadas, de forma sabia y sensata. Con ella aprendemos a discernir debidamente las cosas, y nos enseña a dar la respuesta correcta en cada situación.