San Calixto: de esclavo a Papa

Hoy celebramos la memoria de un papa de los primeros siglos, cuya historia es muy conmovedora: el Papa Calixto I (*160 †222/223).

Muchos aspectos de su vida siguen siendo desconocidos y la principal fuente de información sobre este papa son sus implacables enemigos, por lo que es posible que algunos datos estén sesgados por la hostilidad hacia él.

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VIDAS DE SANTOS: “San Eduardo, rey de Inglaterra”

En cierto modo, los santos son el Evangelio puesto en práctica y, por tanto, dan testimonio de la autenticidad de nuestra fe. Son un gran tesoro para nuestra Iglesia. Podríamos decir que son como estrellas en el firmamento.

A partir de hoy, quiero iniciar una pequeña serie hablando de los santos del día u otros que me gustaría presentaros. Espero que, gracias a su testimonio de vida, cada una de estas meditaciones nos fortalezca en el seguimiento de Cristo. Tras una breve biografía, compartiré algunas reflexiones sobre su legado.

Quienes prefieran seguir las meditaciones sobre la lectura o el evangelio del día, encontrarán los respectivos enlaces al final de cada texto.

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Una verdadera conversión

Con gran alegría, nos fijamos hoy en San Agustín; cuya conversión trajo tanta bendición a la Iglesia. Podemos estar seguros de que la oración de su madre, Santa Mónica, y su batallar por él jugaron un papel importante para que Agustín finalmente encontrara el camino hacia Dios. Él mismo dejó por escrita su lucha en sus así llamadas “Confesiones”; un libro que siempre vale la pena leer. Empezó a escribirlo después de que resplandeció sobre él la luz de la fe; después de haber entendido cómo hay que vivir el seguimiento de Cristo.

San Agustín tuvo que recorrer un largo camino con muchas luchas. Algo que le resultó particularmente difícil fue vencer las apetencias de la carne. A continuación, escucharemos un pasaje tomado del Libro Octavo de las Confesiones de San Agustín, que nos da una perspectiva conmovedora del momento decisivo de su conversión:

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Sanación interior en Dios (Parte IX)

En la meditación de ayer, comencé a abordar la «sanación del subconsciente». Antes de seguir profundizando en el tema, me gustaría citar un verso del Salmo 19: «¿Quién se da cuenta de sus yerros? De las faltas ocultas, límpiame» (Sal 19, 13). Aunque en este caso se hace referencia a faltas que implican culpa, podemos adaptar estas palabras y dirigirlas como petición al Señor: «De las cadenas de las que no soy consciente, líbrame. ¡Que no tengan dominio sobre mí!».

El siguiente ejemplo nos ayudará a entender a qué me refiero con la «sanación del subconsciente».

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Sanación interior en Dios (Parte VIII)

Antes de pasar a otro aspecto relacionado con la sanación del alma, que se distingue en cierto modo de los subtemas anteriores, me pareció muy importante explicar este proceso clásico de sanación a través de la sencilla práctica de la verdadera fe católica.

Desde el principio de esta serie, he insistido en que la verdadera fe es una condición esencial del proceso de sanación interior. Con esto no solo me refiero a que debemos evitar recurrir a terapias cuestionables que se ofrecen en el ámbito esotérico, sino también a que debemos aferrarnos a la fe tradicional dentro de la Iglesia, sin dejarnos contagiar por las deformaciones modernistas. Cualquier desviación tendrá consecuencias que frenarán o impedirán la sanación interior. En el peor de los casos, las heridas del alma pueden incluso agravarse.

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Sanación interior en Dios (Parte VII)

La ascesis: centinela de la libertad

Al acercarnos poco a poco al final del tema que hemos estado desarrollando durante los últimos días, estoy consciente de que habría muchos otros aspectos que tratar con respecto a lo que Dios nos ofrece para la sanación y fortalecimiento de nuestra alma.

Lo que quería mostrar en esta serie es que, como católicos, disponemos de un camino auténtico a través del cual nuestra alma, herida por el pecado original y por los pecados personales, puede ser restablecida por Dios. Si lo recorremos con perseverancia, nuestra alma sanará cada vez más y el Espíritu de Dios podrá impregnar nuestro ser.

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Sanación interior en Dios (Parte VI)

Como vemos, son diversas las posibilidades que Dios nos ofrece en el seguimiento de Cristo para la sanación de nuestra alma. El camino de santificación al que todos estamos llamados quiere conducirnos a la comunión total con Dios que alcanzará su plenitud en la eternidad. Cuando nuestra alma herida esté totalmente sanada y transformada, ya no habrá nada que nos separe de Dios. Estaremos totalmente unificados con Él en el amor y viviremos la visión beatífica, es decir, lo veremos tal cual es. Todo esto lo haremos en comunión con los santos ángeles y con todas aquellas personas que han sido acogidas en la gloria celestial. Entonces, el hombre habrá llegado a su destino eterno.

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Sanación interior en Dios (Parte V)

La oración

Gracias a la fe, a la Palabra de Dios, al perdón de los pecados y al poder sanador de los sacramentos, el hombre es rescatado de su perdición y conducido hacia una creciente cercanía con Dios. Su presencia sanadora y fortificante en el alma hace que en ella se despliegue la nueva vida de Dios. Esta vida nueva, que restaura en el hombre la imagen de Dios, necesita alimento diario para poder crecer y madurar. Este alimento nos lo proporciona el Señor a través de los diferentes medios que hemos meditado durante los últimos días y, de forma eminente, mediante una vida de oración.

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Sanación interior en Dios (Parte IV)

La Santa Misa y la Adoración eucarística

La fe restaura nuestra verdadera relación con Dios y la Palabra de Dios la alimenta, concediéndonos cada vez más profundamente la luz de la verdad y señalándonos una y otra vez el camino. En el perdón de los pecados, Dios abre de par en par las puertas de su corazón para nosotros y podemos experimentar su indecible misericordia. Al experimentar el amor de Dios a través del sacramento del Bautismo y de la Penitencia, el alma empieza a sanar las consecuencias de haberse alejado de Él. Ya no vive sumida en tinieblas y, a pesar de todos los combates que aún debe afrontar, ha hallado el camino para ser receptiva a la gracia de Dios y acoger así su bondad sanadora. Esta nueva vida que ha comenzado es realmente distinta, una vida que devuelve al hombre su originaria hermosura y dignidad.

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