En Listra se hallaba sentado un hombre inválido de los pies, cojo desde el seno materno, que jamás había caminado. Éste escuchó hablar a Pablo, el cual le miró fijamente y, viendo que tenía fe para ser salvado, dijo con fuerte voz: “¡Ponte de pie! ¡Derecho!” Él dio un salto y empezó a caminar. La muchedumbre, al ver lo que Pablo había hecho, levantó la voz diciendo en licaónico: “Los dioses han bajado hasta nosotros en forma humana”. Y llamaban a Bernabé Zeus y Hermes a Pablo, porque éste era el que llevaba la palabra. Entonces el sacerdote del templo de Zeus que estaba situado a la entrada de la ciudad, acompañado de la gente, trajo toros y guirnaldas ante las puertas y pretendía ofrecerles un sacrificio.
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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 13,14-16): “Pablo y Bernabé en Antioquía de Pisidia”
[Pablo y Bernabé] siguieron desde Perge y llegaron a Antioquía de Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Después de la lectura de la Ley y los Profetas, los jefes de la sinagoga se dirigieron a ellos: “Hermanos, si tenéis alguna palabra de exhortación para el pueblo, decidla”. Pablo se levantó, pidió con la mano silencio y dijo: “Varones israelitas y los temerosos de Dios, escuchad.”
La misión de los apóstoles continúa. En Antioquía de Pisidia se les pidió que dirigieran la palabra a los que se habían reunido en la sinagoga el sábado, tanto israelitas como otros hombres temerosos de Dios. Pablo aprovechó la ocasión para conducir a sus oyentes a través de la historia de Israel y de los profetas hasta la venida de Jesús, en quien se cumplieron las promesas y cuya resurrección venía a anunciarles (Hch 13,17-41). Tras el discurso de Pablo, el relato de los Hechos de los Apóstoles continúa así:
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 13,1-13): “Viaje misionero de Pablo y Bernabé”
En la iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé y Simón, que era llamado el Negro, Lucio, el de Cirene, y Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo. Mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo: “Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra que les he destinado”. Y después de ayunar, orar e imponerles las manos, los despidieron. Entonces ellos, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí navegaron rumbo a Chipre. Al llegar a Salamina se pusieron a predicar la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y tenían a Juan como colaborador. Atravesaron toda la isla hasta Pafos, y encontraron a un mago, falso profeta judío, que se llamaba Barjesús, que estaba con el procónsul Sergio Pablo, hombre prudente.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 12,1-10): “Martirio de Santiago y liberación de Pedro”
En aquel tiempo prendió el rey Herodes a algunos de la Iglesia para maltratarlos. Dio muerte por la espada a Santiago, hermano de Juan. Y al ver que esto agradaba a los judíos, decidió prender también a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Cuando lo apresó, lo metió en la cárcel y lo entregó a cuatro escuadras de cuatro soldados para que lo custodiaran, con el propósito de hacerlo comparecer ante el pueblo después de la Pascua. Así pues, Pedro estaba encerrado en la cárcel, mientras la Iglesia rogaba incesantemente por él a Dios. Cuando Herodes iba ya a hacerlo comparecer, aquella misma noche dormía Pedro entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, mientras unos centinelas vigilaban la cárcel delante de la puerta. De pronto se presentó un ángel del Señor y un resplandor iluminó la celda. Tocó a Pedro en el costado, le despertó y dijo: “¡Levántate deprisa!” -y se cayeron las cadenas de sus manos.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 11,1-4): “La Buena Nueva comienza a llegar a los gentiles”
Los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. Y cuando Pedro subió a Jerusalén, los de la circuncisión le reprochaban: “¡Has entrado en casa de incircuncisos y has comido con ellos!” -le decían. Pedro comenzó a explicarles de forma ordenada lo sucedido.
Pedro pudo disipar las objeciones de los judeocristianos relatándoles con todo detalle lo sucedido. También los apóstoles y los hermanos de Judea tenían que entender aún que el designio de Dios había querido que ahora el Evangelio llegara a las naciones. Pedro supo reconocerlo gracias a las indicaciones concretas que el Señor le había dado a través de la visión. También fue él quien dio este paso esencial al bautizar a Cornelio y a las personas que habían escuchado junto a él su predicación. Pedro concluyó su relato a la comunidad cristiana de Jerusalén sobre los acontecimientos con las siguientes palabras:
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 10,23b-29): “Los primeros gentiles abrazan la fe y son bautizados”
Al día siguiente se levantó [Pedro] y partió con ellos. Les acompañaban algunos hermanos de Jope. Entró en Cesarea al otro día. Cornelio, después de haber reunido a sus parientes y amigos más íntimos, les estaba esperando. En el momento en que entraba Pedro, salió Cornelio a su encuentro y cayó postrado a sus pies. Pero Pedro le incorporó diciendo: “Levántate, que también yo soy un simple hombre”. Y conversando con él pasó adentro y encontró a muchas personas reunidas. Y les dijo: “Vosotros sabéis que está prohibido para un judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero Dios me ha enseñado a no llamar profano a ningún hombre. Por eso he venido sin vacilación en cuanto me habéis llamado. Ahora os pregunto por qué motivo me habéis mandado llamar”.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 10,1-8): “La visión de Pedro y Cornelio”
Un hombre de Cesarea llamado Cornelio, centurión de la cohorte denominada Itálica, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, que daba muchas limosnas al pueblo y oraba a Dios sin cesar, vio claramente en una visión, hacia la hora nona del día, al ángel de Dios que llegaba hasta él y le decía: “¡Cornelio!” Él le miró fijamente y, sobrecogido de temor, dijo: “¿Qué pasa, señor?” Y le respondió: “Tus oraciones y limosnas han subido como memorial ante la presencia del Señor. Envía ahora unos hombres a Jope y haz venir a un tal Simón, de sobrenombre Pedro, que se hospeda en casa de otro Simón, curtidor, que vive junto al mar”. En cuanto se retiró el ángel que le hablaba, llamó a dos criados y a un soldado piadoso de los que estaban a sus órdenes, les refirió todo y los envió a Jope.
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 9,26-35): “Segunda huida de Pablo y viaje apostólico de Pedro”
Cuando [Pablo] llegó a Jerusalén intentaba unirse a los discípulos; pero todos le temían, porque no creían que fuera discípulo. Sin embargo, Bernabé se lo llevó con él, lo condujo a los apóstoles y les contó cómo en el camino había visto al Señor, y que le había hablado, y cómo en Damasco había predicado abiertamente en el nombre de Jesús. Entonces andaba con ellos por Jerusalén, predicando valientemente en el nombre del Señor. Hablaba también y discutía con los helenistas; pero éstos intentaban matarle. Cuando los hermanos lo supieron, lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. leer más
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 9,17-25): “Saulo recupera la vista y anuncia a Jesús”
Marchó Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: “Saulo, hermano, me ha enviado el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y te llenes del Espíritu Santo.” Al instante cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista; se levantó y fue bautizado, y tomando algo de comer recuperó las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos que había en Damasco, y enseguida empezó a predicar a Jesús en las sinagogas: “Éste es el Hijo de Dios.” Todos los que le oían se asombraban y decían: “¿Pero no es éste el que atacaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y que vino aquí para llevarlos detenidos ante los príncipes de los sacerdotes?” Saulo cobraba cada vez más fuerza y desconcertaba a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús es el Cristo. leer más
HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 9,1-22): “La conversión de Saulo”
Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó ante el sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, con el fin de llevar detenidos a Jerusalén a cuantos encontrara, hombres y mujeres, seguidores del Camino. Pero mientras se dirigía allí, al acercarse a Damasco, de repente le envolvió de resplandor una luz del cielo. Cayó al suelo y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Respondió: “¿Quién eres tú, Señor?” Y él: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que tienes que hacer”. Los hombres que le acompañaban se detuvieron estupefactos, puesto que oían la voz pero no veían a nadie. Se levantó Saulo del suelo y, aunque tenía abiertos los ojos, no veía nada.