Una advertencia para todos los tiempos

Gen 18,20-32

En aquellos días, el Señor dijo: “El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte y su pecado es grave: voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí; y si no, lo sabré”. Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor. Abrahán se acercó y le dijo: “¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta justos en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de toda la tierra, ¿no hará justicia?”. El Señor contestó:

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El servicio es la verdadera grandeza

Mt 20,20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, y se postró como para pedirle algo. Él le preguntó: “¿Qué quieres?” Respondió ella: “Manda que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.” Replicó Jesús: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber?” Respondieron: “Sí, podemos.” Entonces les dijo: “Desde luego que beberéis mi copa. Pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mis manos concederlo. Será para quienes mi Padre lo tenga dispuesto.”

Al oír esto los otros diez, se indignaron con los dos hermanos. Mas Jesús los llamó y dijo: “Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, pues el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre, que no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.”

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Seguir el impulso de la gracia

Mt 13,10-17

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en parábolas?” Él les respondió: “A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque mirando no ven, y oyendo no oyen ni entienden. En ellos se cumple la profecía de Isaías: ‘Oír, oiréis, pero no entenderéis; mirar, miraréis, pero no veréis. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos y han cerrado sus ojos; no sea que vean con sus ojos, con sus oídos oigan, con su corazón entiendan y se conviertan, y yo los sane.’ ¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron.”

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La Palabra del Señor

Mt 13,1-9

Aquel día, Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y estas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!”

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El camino del amor

Ct 3,1-4a

En mi lecho, por la noche, busqué al amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad, calles y plazas; busqué al amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré. Me encontraron los guardias que rondan por la ciudad: “¿Habéis visto al amor de mi alma?” Apenas los había pasado, cuando encontré al amor de mi alma.

Este texto se lee en la Santa Misa al celebrar la Fiesta de una gran amante, que encontró a su Señor: Santa María Magdalena. El evangelio de hoy relata precisamente el encuentro de María Magdalena con el Señor Resucitado, y el modo en que Él se le da a conocer (Jn 20,1.11-18).

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Actitud contemplativa

Lc 10,38-42

En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Esta tenía una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Y Marta, se multiplicaba para dar abasto con el servicio; hasta que se paró y dijo: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio? Dile que me eche una mano.” Pero el Señor le contestó: “Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas; sólo una es necesaria. María ha escogido la parte mejor y no se la quitarán.”

Conocemos bien este pasaje de la Sagrada Escritura, y suele interpretárselo diciendo que la actitud de María representa más bien la vida contemplativa; mientras que la de Marta se relaciona más con la vida activa. En esta situación, el Señor afirmó que la actitud de María fue la mejor…

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¿Cómo afrontar las persecuciones?

Mt 12,14-21

En aquel tiempo, los fariseos se pusieron de acuerdo contra Jesús, para ver cómo eliminarlo. Jesús, sabiéndolo, se alejó de allí, y le siguieron muchos y los curó a todos, y les ordenó que no le descubriesen, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías: “Aquí está mi Siervo, a quien elegí, mi amado, en quien se complace mi alma. Pondré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No disputará ni gritará, nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia. Y en su nombre pondrán su esperanza las naciones. leer más

Sobre la observancia del sábado y la santidad del Domingo

 

Mt 12,1-8

En aquel tiempo, pasaba Jesús un sábado por entre unos sembrados; sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar unas espigas y a comer. Los fariseos, al verlo, le dijeron: “Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer el sábado.” Pero él les respondió: “¿No habéis leído lo que hizo David y los que le acompañaban cuando tuvieron hambre? ¿Cómo entró en la Casa de Dios y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que le acompañaban, sino sólo a los sacerdotes? ¿Y no habéis leído en la Ley que, los sábados, los sacerdotes en el Templo quebrantan el descanso y no pecan? Os digo que aquí está el que es mayor que el Templo. Si hubierais entendido qué sentido tiene: ‘Misericordia quiero y no sacrificio’, no habríais condenado a los inocentes. Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado.”

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El camino sencillo

Mt 11,25-27

En aquel tiempo, exclamó Jesús: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.”

En el evangelio de hoy, nos encontramos con dos afirmaciones del Señor que tienen gran alcance.

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