Solemnidad de la Asunción de la Stma. Virgen María

Lc 11, 27-28  (Evangelio de la Misa vespertina de la Vigilia de la Asunción)

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: “¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!” Pero Jesús le respondió: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. leer más

La vida de los justos

Sab 3,1-9 (Lectura correspondiente a la memoria de San Maximiliano Kolbe)

Las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno. A los ojos de los insensatos pareció que habían muerto; se tuvo por quebranto su salida, y su partida de entre nosotros por completa destrucción; pero ellos están en la paz. Aunque, a juicio de los hombres, hayan sufrido castigos, su esperanza estaba llena de inmortalidad; por una corta corrección recibirán largos beneficios. Pues Dios los sometió a prueba y los halló dignos de sí; como oro en el crisol los probó y como holocausto los aceptó. El día de su visita resplandecerán, y como chispas en rastrojo correrán. Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos y sobre ellos el Señor reinará eternamente. Los que en él confían entenderán la verdad y los que son fieles permanecerán junto a él en el amor, porque la gracia y la misericordia son para sus santos y su visita para sus elegidos.

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La Palabra de Dios

Ez 2,8–3,4

“Y tú, hijo de hombre, escucha lo que voy a decirte; no seas rebelde como ellos. Abre la boca y come lo que te voy a dar.” Al mirar, vi una mano tendida hacia mí, que sostenía un libro enrollado. Lo desenrolló ante mí: estaba escrito por el anverso y por el reverso; había escrito: “Lamentaciones, gemidos y ayes.” Luego me dijo: “Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel.” Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, y me dijo: “Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy.” Lo comí y me supo dulce como la miel. Entonces me dijo: “Hijo de hombre, ve a la casa de Israel y háblales con mis palabras.”

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Verdadera libertad

Mt 17,22-27

En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán, y al tercer día resucitará.” Ellos se entristecieron mucho. Cuando entraron en Cafarnaún, se acercaron a Pedro los que cobraban el tributo y le preguntaron: “¿No paga vuestro maestro el tributo?” Respondió él: “Sí.”

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No desfallecer en el camino

1Re 19,4-8

En aquellos días, Elías caminó por el desierto una jornada, hasta llegar y sentarse bajo una retama. Imploró la muerte, diciendo: “¡Basta ya, Señor! ¡Toma mi vida, pues no soy mejor que mis padres!” Se recostó y quedó dormido bajo una retama, pero un ángel le tocó y le dijo: “Levántate y come.” Miró y vio junto a su cabecera una torta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a recostar. El ángel del Señor volvió por segunda vez, lo tocó y le dijo: “Levántate y come, pues te queda un camino muy largo.” Se levantó, comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches, hasta llegar al monte de Dios, el Horeb.

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Despreciar la propia vida

Jn 12,24-26

Lectura correspondiente a la Fiesta de San Lorenzo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, allí queda, él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; pero el que desprecia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.”

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¡Vamos a morir por nuestro pueblo!

Est 4, 17 k-m, r-t (Lectura correspondiente a la memoria de Santa Edith Stein)

En aquellos días, la reina Ester se refugió en el Señor, presa de mortal angustia. Despojándose de sus magníficos vestidos, se vistió de angustia y duelo. En vez de exquisitos perfumes, echó sobre su cabeza ceniza y suciedad, humilló su cuerpo hasta el extremo, encubrió con sus desordenados cabellos la gozosa belleza de su cuerpo, y suplicó al Señor, Dios de Israel, diciendo: “Señor y Dios nuestro, tú eres único. Ven en mi ayuda, que estoy sola y no tengo socorro sino en ti, y mi vida está en peligro. Yo oí desde mi infancia en mi tribu paterna, que tú, Señor, elegiste a Israel de entre todos los pueblos, y a nuestros antepasados de entre todos sus mayores, para ser herencia tuya para siempre, cumpliendo en su favor cuanto dijiste.

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Tú eres el Mesías

 

Mt 16,13-19 

En aquel tiempo, al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?” Ellos respondieron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas.” Él les preguntó: “Pero vosotros ¿quién decís que soy yo?” Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo.” A esto replicó Jesús: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.”

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NOVENA A DIOS PADRE | Día 8: “Amar a nuestro Padre”

Lo mejor que podemos darle a nuestro Padre es nuestro amor sincero. Recordemos que Jesús nos dijo: “El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama” (Jn 14,21). He aquí la respuesta constante y necesaria para que el amor de Dios no sólo tenga que salir en nuestra busca, sino que además pueda impregnarnos. Mientras no vivamos de acuerdo a los mandamientos, Dios llamará a la puerta de nuestro corazón para que lo dejemos entrar. Si le abrimos la puerta, el Padre junto con el Hijo y el Espíritu Santo vendrán a poner su morada en nosotros (cf. Jn 14,23).

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