HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 9,26-35): “Segunda huida de Pablo y viaje apostólico de Pedro”    

Cuando [Pablo] llegó a Jerusalén intentaba unirse a los discípulos; pero todos le temían, porque no creían que fuera discípulo. Sin embargo, Bernabé se lo llevó con él, lo condujo a los apóstoles y les contó cómo en el camino había visto al Señor, y que le había hablado, y cómo en Damasco había predicado abiertamente en el nombre de Jesús. Entonces andaba con ellos por Jerusalén, predicando valientemente en el nombre del Señor. Hablaba también y discutía con los helenistas; pero éstos intentaban matarle. Cuando los hermanos lo supieron, lo llevaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso.  leer más

HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 9,17-25): “Saulo recupera la vista y anuncia a Jesús”      

Marchó Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: “Saulo, hermano, me ha enviado el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, para que recobres la vista y te llenes del Espíritu Santo.”  Al instante cayeron de sus ojos una especie de escamas y recobró la vista; se levantó y fue bautizado, y tomando algo de comer recuperó las fuerzas. Estuvo algunos días con los discípulos que había en Damasco, y enseguida empezó a predicar a Jesús en las sinagogas: “Éste es el Hijo de Dios.” Todos los que le oían se asombraban y decían: “¿Pero no es éste el que atacaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y que vino aquí para llevarlos detenidos ante los príncipes de los sacerdotes?” Saulo cobraba cada vez más fuerza y desconcertaba a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que Jesús es el Cristo. leer más

HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 9,1-22): “La conversión de Saulo”      

Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, se presentó ante el sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, con el fin de llevar detenidos a Jerusalén a cuantos encontrara, hombres y mujeres, seguidores del Camino. Pero mientras se dirigía allí, al acercarse a Damasco, de repente le envolvió de resplandor una luz del cielo. Cayó al suelo y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Respondió: “¿Quién eres tú, Señor?” Y él: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que tienes que hacer”. Los hombres que le acompañaban se detuvieron estupefactos, puesto que oían la voz pero no veían a nadie. Se levantó Saulo del suelo y, aunque tenía abiertos los ojos, no veía nada.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 8,26-40): “El bautizo del funcionario etíope”      

Un ángel del Señor le habló a Felipe: “Levántate y vete hacia el sur, a la ruta que baja de Jerusalén a Gaza y que está desierta”. Se levantó y se puso en camino. En esto, un hombre de Etiopía, eunuco, alto funcionario de Candace -la reina de Etiopía- y superintendente de su tesoro, que había venido a Jerusalén para adorar a Dios, volvía sentado en su carro leyendo al profeta Isaías. Le dijo entonces el Espíritu a Felipe: “Acércate y ponte al lado de ese carro”. Corrió Felipe a su lado y oyó que leía al profeta Isaías. Entonces le dijo: “¿Entiendes lo que lees?” Él respondió: “¿Cómo lo voy a entender si no me lo explica alguien?” Rogó entonces a Felipe que subiera y se sentase junto a él. El pasaje de la Escritura que iba leyendo era el siguiente: ‘Como oveja fue llevado al matadero, y como mudo cordero ante el esquilador, así no abrió la boca.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 8,14-25): “Pedro y Juan en Samaria”      

Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaría había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Éstos, nada más llegar, rezaron por ellos, para que recibieran el Espíritu Santo, pues aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que sólo estaban bautizados en el nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. Al ver Simón que por la imposición de manos de los apóstoles se confería el Espíritu Santo, les ofreció dinero: “Dadme también a mí ese poder, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo”. Pero Pedro le respondió: “Que tu dinero vaya contigo a la perdición, por pensar que con dinero se puede conseguir el don de Dios. No tienes parte ni herencia alguna en esta empresa, porque tu corazón no es recto ante Dios. 

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 8,1b-13): “Persecución y dispersión de la Iglesia primitiva”      

Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Entretanto Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel. Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. La gente escuchaba con atención y con un mismo espíritu lo que decía Felipe, porque le oían y veían las señales que realizaba; pues de muchos posesos salían los espíritus inmundos dando grandes voces, y muchos paralíticos y cojos quedaron curados.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 7,51-60.8,1a): “El discurso y el martirio de San Esteban”    

El discurso de Esteban, plasmado en el capítulo 7 de los Hechos de los Apóstoles, es una síntesis de la historia salvífica de Dios con el pueblo de Israel. Vale la pena leerlo íntegramente. Debido a su extensión, en la meditación de hoy nos limitaremos a leerlo a partir del versículo 51.

Hch 7,51-60.8,1a

“¡Duros de cerviz, incircuncisos de corazón y de oídos! ¡Vosotros siempre os estáis resistiendo al Espíritu Santo: como vuestros padres así también vosotros! ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Asesinaron a los que anunciaban la venida del Justo, del que ahora vosotros habéis sido traidores y asesinos, los que recibisteis la Ley por ministerio de ángeles y no la guardasteis”. Al oír esto ardían de ira en sus corazones y rechinaban los dientes contra él. Pero él, lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la diestra de Dios, y dijo: “Mirad, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios”. 

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 6,1-7): “La elección de los siete diáconos y la persecución de Esteban”      

En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, se levantó una queja de los helenistas contra los hebreos, porque sus viudas estaban desatendidas en la asistencia diaria. Los doce convocaron a la multitud de los discípulos y les dijeron: “No es conveniente que nosotros abandonemos la palabra de Dios para servir las mesas. Escoged, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, a los que designemos para este servicio. Mientras, nosotros nos dedicaremos asiduamente a la oración y al ministerio de la palabra”. La propuesta agradó a toda la asamblea y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 5,34-42): “El consejo de Gamaliel”      

Un fariseo llamado Gamaliel, maestro de la Ley y estimado por todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín y mandó hacer salir un momento a aquellos hombres. Y les dijo: “Israelitas, tened cuidado de lo que vais a hacer con estos hombres. Porque hace poco se levantó Teudas, que decía ser alguien, y se le unieron unos cuatrocientos hombres; lo mataron y todos sus seguidores se disgregaron y quedaron en nada. Después de él se levantó Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y arrastró al pueblo tras de sí; murió también y todos sus seguidores se dispersaron. Así pues, os digo ahora: desentendeos de estos hombres y dejadlos, porque si este designio o esta obra procede de hombres se disolverá; pero si procede de Dios no podréis acabar con ellos; no sea que os vayáis a encontrar combatiendo contra Dios”.

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HECHOS DE LOS APÓSTOLES (Hch 5,21b-33): “Los apóstoles ante el Sanedrín”      

En cuanto llegaron el sumo sacerdote y los que le acompañaban, convocaron el Sanedrín y todo el consejo de ancianos de los hijos de Israel y enviaron a buscar [a los apóstoles] a la cárcel. Pero al llegar los alguaciles no los encontraron en la prisión, y regresaron y comunicaron la noticia: “Hemos encontrado la cárcel cerrada, bien custodiada, y a los centinelas firmes ante las puertas; pero al abrir no hemos encontrado a nadie dentro”. Cuando oyeron estas palabras el oficial del Templo y los príncipes de los sacerdotes, se quedaron perplejos por lo que habría sido de ellos. Llegó uno y les anunció: “Los hombres que metisteis en la cárcel están en el Templo y siguen enseñando al pueblo”. Entonces fue el oficial con los alguaciles y los trajo, no por la fuerza, porque tenían miedo de que el pueblo les apedrease. 

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