EVANGELIO DE SAN JUAN: “El prólogo de San Juan”

NOTA PRELIMINAR: Puesto que, con la gracia de Dios, llevo ocho años escribiendo y grabando meditaciones sobre la lectura o el evangelio del día, se ha juntado ya un rico tesoro que siempre está a disposición para los oyentes (es.elijamission.net). Para casi todos los días del año, se puede recurrir a una meditación ya existente.

La Palabra de Dios es y seguirá siendo un tesoro inagotable para nosotros. Cuando, al empezar el año, estuve reflexionando sobre cómo continuar con las meditaciones, surgió la idea de recorrer sistemáticamente los cuatro evangelios y algunas de las epístolas. No es una idea totalmente nueva, porque hace muchos años ya hice algo similar, pero sólo oralmente. Ahora, al hacerlo también de forma escrita, será posible traducir las meditaciones a varios idiomas.

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Jesús destruye las obras del Diablo

1Jn 3,7-10 

Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo.

Quien comete el pecado es del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo. Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado porque su germen permanece en él; y no puede pecar porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del Diablo: todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano.

Algo que caracteriza a San Juan es el lenguaje claro que utiliza. Sus afirmaciones son contundentes, y hoy en día no las pronunciaríamos fácilmente de esa mismo manera; sino que más bien tendemos a expresarnos de forma diferenciada. Por supuesto que no está mal diferenciar las cosas, pero nunca se debe debilitar la verdad en su núcleo.

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Éste es el Hijo de Dios

Jn 1,29-34

Al día siguiente, al ver Juan a Jesús venir hacia él, dijo: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es de quien yo dije: ‘Detrás de mí viene un hombre, que está por delante de mí, porque existía antes que yo.’ Yo no le conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él sea manifestado a Israel.” Y Juan dio testimonio diciendo: “He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo.’ Yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios.”

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Advertencias sobre el anticristo

1Jn 2,22-28

¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es precisamente el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, no posee al Padre; pero todo el que confiesa al Hijo, posee también al Padre. En cuanto a vosotros, deseo que sigáis conservando lo que oísteis desde el principio. Si permanece en vosotros lo que oísteis desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.

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Octavo día de la Octava de Navidad: “La fe de María”

Los pastores vinieron presurosos y encontraron a María y a José y al niño reclinado en el pesebre. Al verlo, reconocieron las cosas que les habían sido anunciadas sobre este niño. Y todos los que lo oyeron se maravillaron de cuanto los pastores les habían dicho. María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón. Y los pastores regresaron, glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según les fue dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidarle, le pusieron por nombre Jesús, como le había llamado el ángel antes de que fuera concebido en el seno materno. (Lc 2,16-21)

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 Séptimo día de la Octava de Navidad: “La Creación en espera de su liberación”

En nuestras representaciones, el pesebre de Belén no sólo brilla con el resplandor del Niño Jesús, con la presencia de María y José, con los pastores que se apresuran a llegar, con los Reyes magos que vienen desde el Oriente para ofrecerle sus dones y para adorarlo… Desde hace mucho tiempo, se ha hecho tradición incluir en el pesebre a la Creación irracional. El buey y el asno son silenciosos testigos de la Natividad del Señor. Y la presencia de estos animales adquiere un sentido más profundo al considerar lo que dice San Pablo en la Carta a los Romanos:

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Quinto día de la Octava de Navidad: “La Sagrada Familia”

Al nacer en una familia humana, Dios fortaleció el núcleo de la sociedad y nos dejó su ejemplo para que lo imitáramos. A través de su Encarnación, Dios quiso penetrar todos los ámbitos de la vida humana, entre los cuales la familia ocupa un lugar privilegiado.

El amor entre hombre y mujer nos da una idea del misterio del amor entre Dios y el alma, como San Pablo describe con mucho acierto en la Carta a los Efesios:

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Cuarto día de la Octava de Navidad: “El Niño”

El Señor viene al mundo como niño. Éste es el camino que Dios escogió para abajarse a nosotros y para que podamos comprenderlo. Un niño suscita alegría y amor; ternura e instinto de protección. ¡Nadie tiene miedo de un niño! Incluso personas que tienden a ser cerradas, son a veces capaces de abrirse en presencia de un niño.

Un niño es capaz de sacar lo mejor del hombre.

Especialmente en su primera etapa, el niño es como un recuerdo del paraíso, que nos muestra la inocencia originaria del hombre, aunque ya carga sobre sí la herencia del pecado original.

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Tercer día de la Octava de Navidad: «Los pastores»

Los pastores de los campos de Belén acogen llenos de gozo el mensaje del ángel y van de prisa a buscar al Recién Nacido. Son personas sencillas, y en la simplicidad de su corazón comprenden la importancia del mensaje que han recibido. ¡Ciertamente habrán quedado totalmente fuera de sí ante el sublime acontecimiento de la gruta de Belén!

“Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo Israel” (Mt 2,6).

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Segundo día de la Octava de Navidad: «La alegría de los ángeles»

María y José, los pastores que vienen de prisa de sus campos, los tres Reyes Magos que se han puesto en camino para encontrar al Rey que ha nacido… todos ellos han sido tocados y atraídos por el misterio del Dios hecho hombre. Todos ellos tienen un encuentro con el Señor, aunque de diferentes maneras.

¡Cuán grande habrá sido la alegría de los ángeles, al saber que su Señor estaba entre los hombres! ¡Cuán dichosos se habrán sentido de poder llevar esa Buena Nueva a sus hermanos en la Tierra! Para ellos es un honor servir con prontitud a su Padre.

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