Adviento en tiempos apocalípticos – Parte III: “La vigilancia”

 

 

“Como en los días de Noé, así será también la venida del Hijo del hombre. Porque, del mismo modo que en los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca, y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos, así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, estarán dos en el campo: uno será tomado, y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo en el molino: una será tomada, y la otra dejada. Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que le abriesen un boquete en su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque, cuando menos lo penséis, vendrá el Hijo del hombre.” (Mt 24,37-44)

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Adviento en tiempos apocalípticos – Parte II: “La oscuridad cubre la tierra”

NOTA: A partir de ayer, hemos iniciado en las meditaciones diarias una serie titulada “Adviento en tiempos apocalípticos”. Si alguien prefiere escuchar una meditación sobre la lectura o el evangelio del día (Solemnidad de la Inmaculada Concepción), puede encontrarla en el siguiente enlace: http://es.elijamission.net/solemnidad-de-la-inmaculada-concepcion-destinados-a-la-alabanza-de-dios/#more-7618

“La oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos…” (Is 60,2).

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Adviento en tiempos apocalípticos – Parte I: “Los dos sentidos del Adviento”

NOTA: Durante los próximos días, haremos una serie de meditaciones con el tema “Adviento en tiempos apocalípticos”. Si alguien prefiere escuchar una meditación sobre las lecturas del tercer Domingo de Adviento, puede encontrarla en el siguiente enlace: https://es.elijamission.net/2021/12/05/

“Mira: la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, pero sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece” (Is 60,2).

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Una alegría para los ángeles

Ef 3,8-12

Lectura correspondiente a la memoria de San Ambrosio

A mí, el menor de todos los santos, me fue concedida la gracia de anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo, y esclarecer cómo se ha dispensado el misterio escondido desde los siglos en Dios, creador del universo, para que la multiforme sabiduría de Dios se manifieste ahora a los principados y a las potestades en los cielos, mediante la Iglesia. De este modo, Dios ha realizado su designio eterno en Cristo Jesús, Señor nuestro, quien, mediante la fe en él, nos da valor para llegarnos confiadamente a Dios. Por eso os ruego que no os desaniméis por las tribulaciones que por vosotros padezco, pues ellas son vuestra gloria.

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El Señor es nuestra roca

Is 26,1-6

Aquel día se entonará este cantar en tierra de Judá: “Ciudad fuerte tenemos; murallas y antemuro la protegen. Abrid las puertas, que entre gente fiel, que guarda la lealtad. Su ánimo es firme, atesora la Paz, porque en ti confió. Confiad siempre en Yahvé, pues Él es nuestra Roca eterna: derrocó a los habitantes de la altura, abatió la villa inaccesible; la hizo caer por tierra, la obligó a morder el polvo. La pisotean los pies de los pobres, las pisadas de la gente humilde.

El núcleo del mensaje de este día es la invitación a confiar en Dios, para que Él mismo sea nuestra “ciudad fuerte”. Sabemos que todo se desvanece, y es por eso que es tan importante que en Dios pongamos nuestra esperanza, y que en esta fe afrontemos todas las adversidades de la vida.

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Los ojos de la fe

Is 25,6-10a

En aquellos días, preparará el Señor Sebaot para todos los pueblos en este monte un convite de vinos generosos: manjares sustanciosos y gustosos, vinos generosos, con solera. Rasgará en este monte el velo que oculta a todos los pueblos, el paño que cubre a todas las naciones; acabará para siempre con la Muerte. Enjugará el Señor las lágrimas de todos los rostros, y acabará con el oprobio de su pueblo en toda la superficie del país. Lo ha dicho el Señor. Aquel día se dirá: “Aquí tenemos a nuestro Dios: esperamos que él os salvara; él es el Señor, en quien esperábamos; celebremos con alegría su victoria. La mano del Señor reposa en este monte.”

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El encargo recibido

1Cor 9,16-19.22-23 (Lectura correspondiente a la memoria de San Francisco Javier)

Predicar el evangelio no es para mí ningún motivo de vanagloria, pues estoy bajo el deber de hacerlo. ¡Ay de mí si no predico el Evangelio! Si lo hiciera por propia iniciativa, ciertamente tendría derecho a una recompensa; y si lo hiciera forzado, al fin y al cabo es una misión que se me ha confiado. Ahora bien, mi recompensa consiste en predicar el Evangelio gratuitamente, renunciando al derecho que me confiere su proclamación. Efectivamente, a pesar de sentirme libre respecto de todos, me he hecho esclavo de todos para ganar a los que más pueda. Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos para salvar a algunos al precio que sea. Y todo esto lo hago por el Evangelio, para ser partícipe del mismo.

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‘Dominus Iesus’ y la verdadera fe de la Iglesia (II)

“Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,18-20).

Para iniciar el nuevo año litúrgico, he querido subrayar una vez más la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo, para que a lo largo de todas mis meditaciones y conferencias en este año reluzca aquella estrella que guía e impulsa a la Iglesia a anunciar el Evangelio a todos los pueblos. Si dejase de hacerlo, ella negligenciaría el mandato misionero que el Señor le encomendó y caería en la irrelevancia. Pero el mandato que nuestro Señor Jesucristo pronunció antes de ascender al cielo seguirá vigente hasta el final de los tiempos, aunque sólo un pequeño remanente le permanezca fiel.

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‘Dominus Iesus’ y la verdadera fe de la Iglesia (I)

 

Hoy empieza el Tiempo de Adviento, en el que nos preparamos para aquel maravilloso acontecimiento que tuvo lugar en Belén: el nacimiento del Hijo de Dios, el Redentor de la humanidad.

Así, inicia hoy un nuevo año litúrgico. Con la ayuda de Dios, intentaré publicar cada día del año una meditación y los “3 Minutos para Abbá”, como lo he venido haciendo a lo largo de los últimos años. Puesto que yo –y también mis colaboradores de Harpa Dei– nos encontramos frecuentemente en viajes misioneros, en ocasiones tendremos que recurrir a meditaciones de los años pasados. También trataré de tiempo en tiempo otros temas espirituales que no se relacionan directamente con la lectura o el evangelio del día.

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