Lectura correspondiente a la memoria de San Agustín
Hermanos, los rogamos y les exhortamos en el Señor Jesús, que vivan conforme a lo que han aprendido de nosotros sobre la manera de comportarse para agradar a Dios. De hecho, ustedes ya viven así: hagan mayores progresos todavía. Ya conocen las instrucciones que les he dado en nombre del Señor Jesús.
Lectura correspondiente a la memoria de Santa Mónica
En aquel tiempo, fue Jesús a un pueblo llamado Naím. Lo acompañaban sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a las puertas del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda. La acompañaba mucha gente del pueblo. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: “No llores.” Luego, acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se pararon. Dijo Jesús: “Joven, a ti te digo: Levántate.” El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre.
En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así sois también vosotros, que por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de maldad.
Hermanos, por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, os rogamos que no permitáis que vuestro ánimo se altere por cualquier cosa, ni os alarméis por ciertas manifestaciones del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que os haga suponer que el Día del Señor es inminente. Que nadie os engañe de ninguna manera. Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo de perdición.
Lectura correspondiente a la fiesta del Apóstol Bartolomé
Entonces vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y me habló así: “Ven, que te voy a enseñar a la Novia, a la Esposa del Cordero.” Me trasladó en espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa de Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios.
Antes de volver al marco acostumbrado de nuestras meditaciones diarias, quisiera citar un valioso texto, que alguien me hizo llegar. Nos ayudará a entender por qué en los últimos días he hablado claramente, relacionando la confusión en el mundo y en la Iglesia con el actuar de Lucifer. La cita procede de la Encíclica Pascendi Dominici Gregis, del Papa Pío X. Precisamente en el día en que se celebra su memoria yo había puesto por escrito la última meditación sobre este delicado tema…
En la meditación de ayer, habíamos reflexionado sobre el enceguecimiento de Lucifer, tal como se lo describe en el capítulo 28 del profeta Ezequiel, refiriéndose al rey de Tiro: “Tu belleza te hizo altanero, corrompiste tu sabiduría por causa de tu esplendor. Y yo te precipité por tierra.” –dice el versículo 17. La ceguera de Lucifer continúa, y ahora él intenta de todas las maneras posibles engañar a los hombres e involucrarlos en su propia rebelión contra Dios. Por lo general, él oculta sus verdaderas intenciones, para poder influenciar más fácilmente a las personas. En el caso extremo, su influjo puede llegar hasta una posesión.
“Entonces le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, 9.y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.»” (Mt 4,8-9)
Yahvé me dirigió su palabra en estos términos: “Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Esto dice el Señor Yahvé: Tu corazón se ha engreído y has dicho: ‘Soy un Dios, sentado en un trono divino, instalado en el corazón del mar.’ Tú que eres un hombre y no un dios, equiparas tu mente a la de Dios. ¡Claro, eres más sabio que Daniel; ningún sabio se te puede comparar! Con tu sabiduría y tu inteligencia te amasaste una fortuna; amontonaste tesoros de oro y plata.
Voy a deciros algo a vosotros, los gentiles: Yo estoy orgulloso de mi ministerio como verdadero apóstol de los gentiles, pero lo llevo a cabo con la esperanza de despertar celos en los de mi raza y salvar a alguno de ellos. Porque, si su rechazo ha supuesto la reconciliación del mundo, ¿qué será su readmisión, sino una resurrección de entre los muertos? Porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables.
Evangelio de la Misa vespertina de la vigilia de la Asunción
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la multitud, una mujer del pueblo, gritando, le dijo: “¡Dichosa la mujer que te llevó en su seno y cuyos pechos te amamantaron!” Pero Jesús le respondió: “Dichosos todavía más los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”.