El combate contra la carne

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Rom 7,18-25

Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mi carne; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no. El bien que quiero hacer no lo hago; el mal que no quiero hacer, eso es lo que hago. Entonces, si hago precisamente lo que no quiero, señal que no soy yo el que actúa, sino el pecado que habita en mí. Cuando quiero hacer lo bueno, me encuentro inevitablemente con lo malo en las manos.

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El dominio sobre el pecado

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Rom 6,12-18

Así que no permitáis que el pecado reine en vuestro cuerpo mortal; de ese modo no acataréis sus deseos. Y no convirtáis vuestros miembros en instrumentos de injusticia al servicio del pecado. Ofreceos más bien a Dios como si fueseis muertos que han vuelto a la vida; y vuestros miembros, como instrumentos de justicia al servicio de Dios. Pues el pecado no volverá a dominaros, ya que no estáis a merced de la ley, sino bajo la gracia de Dios. leer más

Esperar al Señor

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Lc 12,35-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:“Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas, y sed como ésos que esperan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle en cuanto llegue y llame. Dichosos los siervos a quienes el señor, al venir, encuentre velando. Os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa e irá sirviéndolos uno tras otro. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, ¡dichosos ellos, si los encuentra así!” leer más

Combate contra la avaricia

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Lc 12,13-21

En aquel tiempo, uno de los presentes dijo a Jesús: “Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.” Él le respondió: “¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?” Y añadió: “Guardaos muy bien de toda codicia, porque las riquezas no garantizan la vida de un hombre, por muchas que tenga.”

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El Espíritu Santo: la clave para resistir

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Lc 12,8-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Os digo que si alguien se declara a mi favor ante los hombres, también el Hijo del hombre se declarará a su favor ante los ángeles de Dios. Pero si alguien me niega delante de los hombres, también será negado delante de los ángeles de Dios. A todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.

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No permitir una falsificación del evangelio

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Lc 10,1-9

Lectura correspondiente a la Fiesta de San Lucas, evangelista

En aquel tiempo, el Señor designó a otros setenta y dos y los envió por delante, de dos en dos, a todas las poblaciones y sitios adonde él había de ir. Pero antes les dijo: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Id, pero sabed que os envío como corderos en medio de lobos.

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Nuestro hogar es el cielo

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Fil 3,17—4,1

Lectura correspondiente a la memoria de San Ignacio de Antioquía

Hermanos, sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que veis en nosotros. Porque muchos viven, según os dije tantas veces -y ahora os lo repito con lágrimas-, como enemigos de la cruz de Cristo, cuyo final es la perdición. Para éstos, su Dios es el vientre; su gloria, lo vergonzoso; y su apetencia, lo terreno.

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Juzgar o discernir

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Rom 2,1-11

Tú, que juzgas, quienquiera que seas, no tienes excusa, pues, al juzgar a otros, te condenas a ti mismo, ya que haces lo mismo que aquellos a quienes juzgas. Pero sabemos que Dios juzga conforme a la verdad a los que hacen semejantes cosas. Y si tú, que juzgas a los que cometen tales cosas, haces lo mismo que ellos, ¿piensas que vas a escapar al juicio de Dios? ¿O desprecias, tal vez, sus tesoros de bondad, paciencia y tolerancia, sin reconocer que esa bondad de Dios te impulsa a la conversión?

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Procesos de purificación

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Jn 15,1-8

Lectura correspondiente a la memoria de Santa Teresa de Ávila

Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.

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